Ante la aplastante retórica estatal de la
“guerra contra el enemigo invisible” que a diario predican los jefes de Estado,
generales y periodistas; en el corazón de los barrios populares de Lima alzan
vuelo otros imaginarios, fundados en prácticas ingeniosas, lúdicas y
comunitarias, a través de las cuales se recrean y potencian vínculos vecinales
de solidaridad en medio del confinamiento, la expansión mortal del virus y el
azote de las necesidades básicas.
Por eso, mientras que el Estado apela a
la metáfora bélica para mantener la “unidad nacional”, centrada en acatar el
“distanciamiento social”; otros atrevimientos colaborativos nos muestran gestos
de potenciales formas de convivencia, donde el distanciamiento no es “social”
sino “físico”, y donde la comunidad se reconstruye desde los “acercamientos
sociales”.
Esos atrevimientos toman forma de acciones y objetos cotidianos: pregones ambulantes, cometas de techo y mascarillas diseñadas. Tres inventos de raíces antiguas y emparentados con el flujo del aire. Hoy estas prácticas y artefactos vienen renovando su presencia, ocupando paisajes y rostros en cuarentena, redefiniendo así su carga expresiva y la fortaleza de territorios populares que se afirman en pie de cuidados y juegos.
Pregones ambulantes
Siguiendo la tradición de pregones de la
Lima virreinal, y sus mutaciones en el comercio ambulatorio, hoy se escuchan
por las calles el rugido de tiendas rodantes de alimentos vendiendo melones,
papas y hasta pollos. Entre la disyuntiva de morir de COVID-19 o morir de
hambre, varios comerciantes recorren las zonas metidas con sus carretillas
parlantes e invaden las ventanas con “súper ofertas” (claro, para que la
mercadería salga y no se les malogre).
Con una pequeña batería, funcionan el
motor del vehículo y su parlante tipo campana, movilizándose usualmente por dúos
a mitad de la mañana o mitad de la tarde, amenizando el confinamiento con
charlas, chistes y ventas. “Melones del
tamaño de mi cabeza”, “Compre
chirimoya, la única golosina que no te pica el diente”, “Lleva papa y si no te gusta la devuelves”,
“Casera, casera, pollo sin cuarentena”,
“Compre antes que nos lleve la policía”.
El repertorio mezcla frases hechas y diálogos con la clientela, lo que permite
renovar sus ocurrencias.
También podemos reconocer a ciertos vendedores por sus voces (a pesar de la distorsión metálica de sus aparatos sónicos) y los estilos de picardía surtidos en sus pregones. Así los sonidos ambulantes son presencias que emergen entre ruidos, alarmas, conversaciones y radios; intensificándose según su cercanía, lejanía o velocidad. Radio bemba, comedia móvil y comercio al por menor se ensamblan, amenizando y dotando de texturas sonoras al tiempo del encierro.
Cometas de techo
Alzando la mirada al cielo, descubrimos
otro barrio que vibra al ritmo de las cometas. Este artefacto volador, que
cuenta con una historia de siglos (dicen que fue creado en la China del siglo
XI con fines militares), ha sido transmitido por generaciones, macerando
sabiduría manual y estética entre amistades y familias. Hoy está logrando
sortear la cuarentena sobre los techos de las casas ubicadas en los cerros de
Lima, aunque poco a poco ha llegado a las zonas planas.
Fue al finalizar la primera semana del
estado de Emergencia Nacional. Asomó tímidamente una oscura cometa,
confeccionada con la sencillez de una bolsa plástica, la cruz o asterisco de
carrizo como estructura base, un hilo guiador y su cola en tira. Transcurridos
los días, y al compás de la extensión del virus, se multiplicaron las cometas y
en pocas semanas llegaron a contarse por decenas. Desde las ventanas-palcos
resulta visualmente liberadora la transformación del paisaje aéreo de una
ciudad obligada a encerrarse para sobrevivir.
Cada tarde, a partir de las tres,
familias enteras suben a las azoteas. Usualmente son niños y niñas quienes pilotean
las naves romboides de alargadas colas, como jugando a rebelarse contra el
viento y la adversidad. Las técnicas de pilotaje deben adaptarse al breve plano
del techo, lo cual implica que no pueden correr para “agarrar vuelo” sino que
deben aprovechar el ánimo del aire, dialogarle, y aun así es tarea fina
mantener la altura. A quienes observamos el espectáculo desde lejos nos obliga
a alzar la mirada y reencontrar un paisaje vivido y en movimiento, lleno de
interacción lúdica.
Mascarillas diseñadas
Apenas en los primeros días del estado de
Emergencia Nacional, cuando las farmacias y boticas agotaron su stock de
mascarillas, salieron vendedores ambulantes de mascarillas cerca de mercados o
avenidas principales. Pasado los días, el Estado decretó su uso obligatorio,
generando una pronta escasez de las mismas y el aumento del precio, lo cual se
agravó debido a que emporios textiles, como Gamarra, estaban impedidos de
reanudar actividades.
En tal escenario, varios talleres
textiles caseros empezaron la producción de miles de mascarillas contra el
COVID-19. Lo particular es que, si bien producían los clásicos modelos blancos
y turquesas, también elaboraron unos con gráficas altamente sugerentes. Bajo
referentes visuales globales, esas mascarillas te ponían en la boca la risa de
Homero Simpson o el rugido del Rey León. Así tu quijada se convertía en
mandíbula de dinosaurio, labios de anime, o simplemente en afiche de bandas de
moda. Entre toda esa visualidad, también irrumpió la iniciativa de la artista
Venuca Evanan y sus mascarillas con motivos sarhuinos. Así, las gráficas
estampadas en este masivo escudo facial nos van adelantando que nuestra
gestualidad tendrá que reconstruirse en el mediano plazo, a través del filtro
de las mascarillas (y, por supuesto de las pantallas).
En tanto empeora la curva de infectados y
víctimas mortales, distintas empresas e instituciones han empezado a
confeccionar mascarillas, siguiendo pautas del Ministerio de Salud e
incorporando el necesario bagaje científico para ello. No obstante, ante el
vacío actual y la copiosa demanda, los talleres textiles caseros siguen
produciéndolas artesanalmente, adhiriendo la gráfica como una atracción para el
gusto del cliente y a favor sus ventas.
La
voluntad de existir
En Perú, la retórica de la guerra agudiza
choques políticos y culturales que preceden a la pandemia, como el desprestigio
de la democracia y la demanda de militarizar la “mano dura” para resolver
conflictos sociales en una sociedad empujada al individualismo, la desigualdad
y la discriminación. En ese marco, la invocación bélica puede decretar la
“unidad nacional” más no construir la “comunidad nacional”. Por el contrario,
al definirnos como “soldados” y “enemigos”, al mismo tiempo, refuerza imaginarios
que, cual fósforos prendidos en un barril de kerosene, nos llenan de sospechas hacia
los demás e inflaman las tentaciones autoritarias. Igualmente, el
distanciamiento social del “quédate en tu casa” se hace una consigna necesaria,
pero insuficiente para canalizar productivamente dos abundancias ciudadanas en
esta cuarentena y que pueden hacer la diferencia para encarar la crisis: tiempo
e ideas.
Desde otro hacer, los barrios populares
están cultivando prácticas ingeniosas, lúdicas y comunitarias de “acercamientos
sociales”. Los tres inventos nombrados son apenas ejemplos creativos de una
potencia que detona en lo territorial. Potencia que también se expresa en
iniciativas orgánicas como “Solidaridad y Creatividad Vecinal”, impulsada por
grupos culturales de El Agustino; la elaboración de data sobre la situación
actual de los grupos metropolitanos de hip hop o de los grupos foklóricos de
Villa El Salvador; la creación de redes de apoyo distrital frente a necesidades
básicas en San Juan de Lurigancho, Comas y Collique; entre otras. Asimismo,
surgen prácticas solidarias y cuidadoras en diversos barrios populares: las
“banderas blancas” en casas para señalar familias que no recibieron apoyo
estatal, la ubicación callejera de envases con comida para perros y la
elaboración de carteles (o periódicos murales) comunicando pautas sobre salud y
seguridad a peatones.
En cada una de estas prácticas localizadas resuenan ecos de las faenas que forjaron nuestros barrios: las sensibilidades y repertorios estéticos, las tradiciones y conocimientos situados, las múltiples formas de organizar la producción y alentar la comunicación, los gustos y juegos que nos sanan. Ahí, pese a las graves condiciones sociales, está nítidamente expresada nuestra voluntad de existir. Ahí la fuerza vital para experimentar otras formas de convivencia guiadas por la solidaridad, la cooperación y la reciprocidad. Sin embargo, esa voluntad solo podrá persistir, extenderse y orientar el futuro próximo si hoy decidimos fortalecerla desde el Estado y la sociedad en conjunto. Ningún cambio de tal magnitud se produce por combustión espontánea. Precisamos decisiones políticas para ello y las precisamos ahora.
El Covid 19 es un evento catastrófico para el Perú y el mundo. En el Perú representa en 6 semanas 572 muertos, 20 914 infectados, aislamiento social de la población, parálisis económica, pérdidas de empleo, cierre de empresas y precarización de la economía familiar. ¿Qué hacer en esta situación sin precedentes?
Los desastres se pueden analizar en tres grandes momentos: antes, durante y después. El antes está definido por la conciencia de nuestra vulnerabilidad y todas las acciones de prevención y preparación ante un evento. El durante, configura todas las acciones que se implementan como parte de la gestión de la crisis. Finalmente, el después está orientado a todas las estrategias de reparación, recuperación y transformación que se puede realizar para superar el desastre.
Vulnerabilidad
en evidencia
Si siempre hemos sido vulnerables a la
naturaleza es porque las decisiones sociales y políticas condicionan a la
humanidad de ser perjudicada. No se trata de echarle la culpa al
murciélago — como se vió en la región de Cajamarca, con el ataque colectivo a
500 ejemplares usando fuego directo — , sino de entender que el impacto de una
amenaza no proviene directamente de la magnitud del riesgo que representa, sino
de nuestra capacidad de respuesta ante él, de cuán vulnerables somos.
En el 2013, el Foro Económico Mundial
definió la resiliencia como la capacidad para “recuperarse más rápido después
del estrés, soportar mayores tensiones y verse menos afectado por una
determinada cantidad de estrés”. El concepto inmediatamente nos obliga a
alejarnos de la escala temporal corta y acceder a una que permita analizar si
nuestro país está preparado ante la inminencia de una siguiente amenaza.
No recuperarse de eventos adversos,
fortalecidos, generaría un riesgo mucho mayor, regresionar a la situación
previa a la amenaza con la capacidad y visión de entonces. El peligro de
“volver a la normalidad” — algo que los políticos vienen repitiendo con
popularidad — puede significar el tránsito de una crisis a otra.
Amenazas como el COVID-19 no sólo ponen a
prueba el desempeño político de tomadores de decisiones, sino la solidez o
fragilidad de sistemas esenciales para una nación: salud, agricultura, energía,
industria, transporte, finanzas, educación, ambiente, etc. ¿Qué hemos aprendido
de los “desastres” previos? ¿Seguimos siendo igual de vulnerables o hemos
construido resiliencia luego de un desastre?
Ante la pandemia del COVID-19, se estima
que el Perú perderá un millón de puestos de trabajo en micro y pequeñas
empresas (mypes), un fuerte impacto en los trabajadores informales (que aportan
casi tres cuartas partes al PBI nacional) y el inevitable incremento de la
desigualdad con más de un millón de personas que pueden volver a ubicarse por
debajo de la línea de pobreza.
¿Qué
acciones se están tomando?
Junto a la declaración del Estado de
Emergencia, el domingo 15 de Marzo se comunicaron diversas medidas tomadas con
el fin de responder positivamente ante esta situación. Si bien las principales
acciones se dan desde el Ministerio de Salud, el Ministerio de Economía y
Finanzas (MEF) es el responsable de evitar un colapso de la economía como
consecuencia de esta prolongada cuarentena.
Se prevé que Perú invertirá un monto equivalente al 12% de su PBI, sin duda, uno de los más grandes paquetes de estímulo económico en su historia. Surge una gran oportunidad para reconfigurar las intervenciones económicas hacia unas que contengan criterios ambientales. Sin embargo, hay quienes se oponen y consideran que no es el momento, pues se debería priorizar la estabilidad económica a través de métodos tradicionales.
Se están aplicando distintas estrategias
de recuperación económica a través de paquetes de incentivos económicos,
transferencias económicas a través de un bono a familias vulnerables en el
ámbito urbano y rural (se calcula que 6.8 millones de familias afectadas podrán
recibir el bono de 760 nuevos soles), así como transferencias a los gobiernos
regionales y locales para la implementación de acciones de prevención. Si bien
estas medidas son de corto plazo, hay medidas de largo plazo que deberán ser
evaluadas desde una perspectiva de cambio hacia unaeconomía verde.
La principal premisa desde el MEF es
minimizar la disrupción de las cadenas de pago de manera que se evite que las
empresas quiebren y se den despidos masivos. Para las empresas, algunas de las
medidas comunicadas han sido: el subsidio del 35% de planillas para empleados
con sueldos menores a 1 500 nuevos soles y el programa Reactiva Perú que busca
dar garantía a las empresas para que puedan obtener créditos de capital de
trabajo.
Asimismo, se propone la elevación del gasto público centrado en rubros sanitarios como la compra masiva de mascarillas, obras de saneamiento, como también proyectos de infraestructura. Hasta el momento, las propuestas están más enfocadas en aspectos tradicionales, y es que no todos los sectores se han visto afectados de la misma manera, por lo que no se puede esperar que todos transiten hacia una economía verde en el mismo momento. En el Perú, se estima que el 95% de las empresas son mypes y emplean a más del 75% de la población. Sin embargo, debido a sus características, en este contexto sería imposible condicionar un apoyo económico a la implementación de medidas verdes.
Fuente: revistaganamas.com.pe
¿En
qué espacios se puede unir una agenda de rescate económico y de sostenibilidad?
A inicio de año, la Cámara Peruana de la
Construcción (Capeco) proyectó para este año, un crecimiento de 3.78% en este
sector. Sin embargo, este sector ha sido duramente golpeado por el cese de
actividades a partir de las medidas tomadas por el gobierno en las últimas
semanas. Se calcula que actualmente, 111 000 obreros se encuentran con licencia
sin goce de haber. A través de sus gremios este sector solicita que se extienda
el bono de 380 nuevos soles a los obreros.
Dentro de las estrategias que se podrían
implementar para reactivar este sector, que puedan ser acompañadas de un
enfoque verde, se encuentran: instalación de energía solar en techos,
incrementar los fondos públicos para construcción de viviendas sostenibles con
sistemas de manejo de energía, un adecuado manejo de agua y desagüe, así como
planes de gestión ambiental, entre otras.
Otro punto fundamental es retomar la
reconstrucción del norte a consecuencia del Fenómeno del Niño, es una necesidad
con el fin de promover la reactivación económica de esas regiones. El hecho de
que esta aún no haya sido terminada elucida la baja capacidad de ejecución del
presupuesto asignado para emergencias, tanto de lo lejos que estamos de
construir resiliencia después de una catástrofe (climática o pandémica).
Asimismo, hay que tomar en cuenta que el riesgo de un nuevo episodio del Niño
sería un nuevo desastre para la reactivación que hoy se está implementando con
la pandemia.
Asimismo, en el sector construcción de
gran escala como de hidroeléctricas o carreteras — que suelen desarrollarse a
través de licitaciones públicas — ya se venía hablando sobre las formas de
reducir su impacto ambiental en términos de emisiones de carbono y el impacto
en ecosistemas adyacentes. Si bien se piensa que no estamos para imponer
condicionalidades a los estímulos de rescate y que pocos están en el privilegio
de preocuparse por el cambio climático, es necesario tener en cuenta que esta
es una prueba del compromiso de los gobiernos y las empresas por verificar si
el énfasis en las transiciones de energía limpia se desvanece cuando las
condiciones del mercado se vuelven más desafiantes.
Otro sector que ha sido duramente
afectado es la industria del turismo, con pérdidas de empleo en diferentes
regiones y en muchos casos afectando a las poblaciones vulnerables que dependen
del turismo vivencial. El presidente de la Cámara Nacional de Turismo del Perú
(Canatur) señala que el 95% del turismo se encuentra paralizado debido al
cierre de fronteras y a la inmovilización ciudadana. Canatur estima que en el
primer trimestre del año se dejarán de percibir 2,000 millones de dólares.
Si bien el sector turismo es de los más
afectados por la limitación en la movilidad ciudadana, preocupan las condiciones
a futuro en las que los trabajadores volverían a sus labores y el peligro que
significaría la interacción entre ellos y los clientes. En este sentido, el
enfoque ambiental se entiende desde las condiciones de seguridad ambiental.
Cuando las actividades turísticas empiecen a reactivarse, ¿será obligatorio el
distanciamiento físico con los turistas? ¿debería haber una reforma en la
regulación de la infraestructura hotelera que proteja a trabajadores como a
clientes? Es urgente iniciar este debate para un sector que contribuye al 4%
del PBI nacional.
Por otro lado, el futuro de las
aerolíneas es incierto y se habla de la más grande crisis en la aviación civil
mundial. La Asociación de Empresas de Transporte Aéreo Internacional (AETAI) ha
presentado un plan de salvataje. Sus solicitudes se enfocan en reducir las
tarifas aeroportuarias, la reactivación de la ley de importación temporal de
naves y sus repuestos, así como otros beneficios que les permitirían superar la
crisis. ¿Es posible exigirle a esta industria que incorpore medidas ambientales
en medio de esta crisis?
Una propuesta en Estados Unidos para el
rescate financiero de 60 mil millones de dólares a las aerolíneas, era que el
Estado adquiera participación en acciones de aerolíneas; de esta manera se podría
tener un mayor papel fiscalizador en relación a temas laborales y ambientales.
Sin embargo, en el caso peruano muchas de estas aerolíneas son compañías
internacionales, lo que dificulta esta opción.
Medidas
posteriores
El aspecto económico es crucial, pero la
atención lógicamente está girando alrededor de los servicios públicos de salud.
Es indudable que una reforma integral del sistema de salud es fundamental para
lograr un sistema único que permita descentralizar servicios que garanticen el
acceso óptimo y universal. Esta situación de emergencia ha evidenciado el
deterioro del sistema de salud, consecuencia de décadas de abandono en términos
de presupuesto, infraestructura, recursos humanos, eficiencia de gasto, entre
otros. Si bien se ha dado un incremento en el porcentaje del gasto en salud
sobre el PBI, Perú sigue registrando una inversión per cápita por debajo del
promedio en América Latina.
Adicionalmente a los rescates económicos
y subsidios que el Ejecutivo pueda ofrecer, la implementación de políticas
sociales focalizadas son claves para asegurar el crecimiento inclusivo,
contribuyendo al desarrollo sostenible y construyendo mejor capacidad de
respuesta: resiliencia. Estas políticas deben reestructurarse de forma que se
brinde apoyo temporal a todas las familias pobres urbanas, que suelen no ser
consideradas en las políticas sociales, las cuales se enfocan principalmente en
reducir las cifras de pobreza rural. Un importante obstáculo son los altos
niveles de informalidad que existen en el país, donde más del 70% de la fuerza
laboral es informal.
Ante esta situación, los municipios
locales y regionales cumplen un rol fundamental. Se deben identificar y
registrar de forma más eficiente los hogares vulnerables con el objetivo de
tener un Padrón General de Hogares más fidedigno que permita que las políticas
sociales y las transferencias económicas estén efectivamente focalizadas.
Perspectivas
a futuro
Las crisis pueden ser también una
oportunidad. Podría ser un momento de enseñanza social cuando se superpone con
una crisis aún mayor, la climática, que — incluso mientras luchamos contra la
pandemia actual — continúa desarrollándose sin interrupción en forma de mares
en desborde, calor anómalo, sequías, inundaciones e incendios forestales sin
precedentes.
El Perú es un país vulnerable al cambio
climático, por su geografía, por la gran dependencia económica en los recursos
naturales y por las poblaciones vulnerables que, tanto urbanas como rurales, se
ven afectadas constantemente por eventos climáticos. De ahí la importancia de
transitar hacia una economía verde que nos permita construir resiliencia.
Si bien las acciones propuestas desde el
Ejecutivo buscan reactivar la economía, incorporar el componente ambiental será
fundamental para apoyar a poblaciones más vulnerables (como las comunidades
indígenas en contacto inicial) y disminuir el riesgo ante una emergencia
climática.
Las medidas económicas que se han tomado
para hacer frente a la emergencia del Covid-19 han demostrado que se pueden y
deben tomar medidas similares a estas para hacer frente a la emergencia del
cambio climático.
Los gobiernos tienen herramientas para
realizar y proponer reformas económicas y sociales. La oportunidad de crear
empleos verdes y sostenibles que mejoren la calidad de vida de las personas no
solo fortalecerán la economía en un futuro sino también la harán más resiliente
a los futuros cambios frente a una emergencia climática u otra pandemia. Es
fundamental estar preparados y no depender de respuestas inmediatas.
Hay una lección para nosotros durante el
COVID-19 cuando verificamos la fragilidad de nuestra creciente civilización,
sus modos de consumo, nuestra dependencia de una infraestructura débil y a la
vez masiva de alimentos, agua y espacio, en un planeta con recursos finitos.
Ese estilo de vida puede ser un factor subyacente y vital que favorece
pandemias como la actual.
¿La crisis actual nos ayudará a ver la
naturaleza como un refugio en lugar de un recurso para la explotación sin fin?
¿Nos ayudará a tomar en serio la responsabilidad cívica por el bien común?
El planeta entero está sumido en una paralización total, en un
confinamiento forzado por una pandemia de origen viral que ha provocado una
crisis global humanitaria sanitaria, la más grave de toda su historia,
superando a las dos guerras mundiales. Casi 5 mil millones de personas están en
aislamiento social o cuarentena y en Estados de emergencia, alarma o de
excepción, según la legislación de cada país, pero lo que vendrá después de que
baje la intensidad del contagio y logre levantarse los estados de emergencia
sanitaria, será la Gran Depresión Económica Mundial, la más profunda de todos
los tiempos. Esto parece una película de terror o de ciencia ficción, pero es
la realidad palpable que estamos viviendo, así de macabro.
Podemos extendernos con datos y cifras estadísticas de cuánto caerá
el PBI mundial, que según dice el FMI será de -3% o -4%; de cuánto se elevarán
los montos de las deudas públicas externas, los déficit de las balanzas de
pagos y comercial, de la pronta caída del dinero fiduciario, el incremento del
precio del oro; y de cómo la Reserva Federal de Estados Unidos emitirá papel
moneda de billones de dólares (y ya lo está haciendo), devaluando más la divisa
norteamericana, que de poco servirá cuando esta no es solo una crisis
financiera, sino de oferta y de producción, es decir, de la economía real. Esos
análisis cuantitativos son importantes y precisos, pero ahora tocaremos un tema
más agudo y humano.
En lo laboral, la situación es más deprimente y catastrófica, ya que
viene un desempleo masivo de centenares de millones de trabajadores parados y
que quedarán en la más absoluta miseria y pobreza. Según la OIT, solo en el
primer semestre de este año habrá 195 millones de trabajadores que perderían su
empleo. Esto se refiere a los empleados que pierden sus puestos y que en los
países desarrollados tienen por lo menos unos cuantos meses de seguros de
desempleo, y en otros países en desarrollo, tienen sus CTS (compensaciones de
tiempo de servicios), pero no todo es formal en el mundo. Según este mismo
organismo, existen por lo menos 2000 millones de trabajadores que viven en la
informalidad, que son los pequeños productores y comerciantes ambulatorios o de
negocios familiares o personales y que la gran mayoría de ellos quedarían en la
quiebra de sus comercios y/o actividades que realizan. Esta situación traerá
hambrunas nunca antes vistas, miseria extrema de personas que morirán en total
abandono y que contraerían muchas enfermedades, peores que los coronavirus de
la gripe.
Los empleos que concentran grandes multitudes de personas y
trabajadores en serie y organizados se perderían y serán eliminados y
reemplazados, como ejemplo tenemos a Construcción Civil; la manufactura;
agricultores de las comunidades campesinas, nativas independientes; negocios
pequeños en los grandes mercados populosos para ser reemplazados por las
grandes cadenas de suministros de los supermercados; pequeñas boticas o boticas
populares que vendían productos farmacéuticos genéricos que serán reemplazadas
por cadenas de la industria farmacéutica e impondrán los medicamentos
patentados y vacunas obligatorias de precios elevados. Es decir, el poder de
los grandes monopolios u oligopolios de las grandes corporaciones que controlan
el mundo tratarán de crear un nuevo orden mundial después del desastre.
Como consecuencia de esto, la sobreexplotación laboral llegará a
niveles de esclavización, ya no existirá la jornada de 8 horas ni la
estabilidad laboral ni los contratos indeterminados o a plazo fijo ni los
beneficios que los trabajadores formales gozábamos, como gratificaciones,
escolaridad, apoyo familiar, seguros de salud y de accidentes, derechos
previsionales y otros que se perderán con los años. Ahora los grandes
capitalistas y oligarcas convertidos en nuevos esclavistas y señores feudales
tendrán mano de obra esclavizada trabajando más de 12 o 14 horas sin descanso
semanal y con pagos irrisorios, como se da en muchos sitios de los países
africanos y de Asia Menor en las explotaciones mineras y plantaciones rurales,
solo que esto ahora abarcará también a Latinoamérica y Europa.
Los inmigrantes que
viven en los países desarrollados (Europa y Estados Unidos) serán los nuevos
siervos o esclavos del mundo del gran poder económico imperialista, el cual
generó esta crisis pandémica. Tendremos una
precarización laboral muchos más grave y de consecuencias inevitables. Los
proletarios de Karl Marx y los precarios de Guy Standing, que fueron los
trabajadores más explotados en el capitalismo imperialista hasta los 90 y del
capitalismo globalizante hasta ahora, serán superados en miles de millones de
masas laborales esclavizadas y sin derechos. Permitiremos, o al menos las
nuevas generaciones permitirán, que destruyan el mundo y lo reconfiguren a los
antojos e intereses imperiales de los grandes oligarcas banqueros gánsteres.
Seremos actores pasivos de esta tragedia a escala planetaria.
Nadie quería el mundo capitalista globalizado con su modelo
neoliberal que se impuso en 1990 cuando fue destruido el sistema socialista
encabezados en ese entonces por la Unión Soviética (hoy Rusia) y la China
Popular Socialista (hoy convertido en capitalismo de Estado), de un mundo
bipolar que hacía contrapeso al sistema capitalista imperialista de Estados
Unidos, Europa Occidental y Japón. En ese mundo bipolar de dos sistemas,
después de la Segunda Guerra Mundial, se pudo conseguir muchos derechos
laborales y beneficios sociales, pero eso se fue perdiendo después en el
neoliberalismo más rampante de los últimos treinta años. Ahora la situación es
peor. El neoliberalismo tiene que ser aplastado y enterrado y el sistema
capitalista globalizante de igual manera, por eso la resistencia del poder
imperial norteamericano en decadencia.
¿Pero cuál es el poder alternativo o contrapoder en esta
reconfiguración del mundo que quieren hacer? No podemos permanecer quejándonos,
criticando o siendo manipulados por el miedo exagerado a una pandemia. Los que
pueden generar los cambios y revoluciones no son las masas desorganizadas,
tienen que ser los trabajadores organizados y consientes y eso ya se estaba
despertando en Francia, los chalecos amarillos; en Chile; Colombia; Ecuador; en
Estados Unidos, los jóvenes de Occupy Wall Street; y en varios países más,
fueron movimientos que en su columna vertebral eran trabajadores de diferente
sectores formales o independientes, pero organizados, y ahora eso no se puede
destruir. Por eso nos hablan todos los gobernantes del mundo, como títeres del
poder global, que el aislamiento social y prohibición a las reuniones o
movilizaciones de multitudes tiene que extenderse por lo menos hasta mediados
del 2021 o hasta el año 2022. Ese es un plan diseñado con fines políticos para
impedir la organización de las clases de trabajadores y no tener masas
organizadas y sindicatos fuertes, sino borregos y ciudadanos obedientes y
sometidos. No podemos perder nuestro valor más grande que tenemos, después de
la vida: la libertad.
Cuando Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos, había
una buena causa para pensar que sería popular entre las fuerzas armadas. Fue,
para empezar, un republicano, y el ejército se inclina fuertemente por el campo
conservador. ¡También había dirigido una campaña ostentosamente pro-militar, prometiendo
“reconstruir el ejército, cuidar de los veteranos y hacer que el mundo respete
a los EE.UU. de nuevo!» Había, sin duda, algunas señales de advertencia de
problemas por venir, como cuando atacó al héroe de guerra John McCain, un
senador republicano de Arizona («Me
gusta la gente que no fue capturada«), y menospreció a los padres de
un soldado que había muerto en combate después de que se atrevieron a
criticarlo.
Pero inicialmente, al menos desde la perspectiva de los militares, lo
bueno parecía superar con creces lo malo. Trump impulsó un mayor gasto en
defensa; envió más fuerzas estadounidenses y potencia de fuego a Afganistán,
Irak y Siria; y liberalizó las reglas de combate de los militares, dando a los
comandantes sobre el terreno más libertad de maniobra. Aún más llamativo fue su
nombramiento de generales para altos cargos civiles: el general retirado del
Cuerpo de Marines James Mattis se convirtió en el secretario de defensa, el general
retirado de la Marina John
Kelly se convirtió en el secretario de seguridad nacional y luego el jefe
de estado mayor de la Casa Blanca, el teniente general retirado del ejército
Michael Flynn se convirtió en el asesor de seguridad nacional de Trump, y,
cuando se “quemó” en sólo 24
días, fue reemplazado por el entonces teniente del ejército en servicio
activo, el general H. R. McMaster. Trump, por su parte, se deleitaba con el
aura de hombría de los generales, saludando a «Mad Dog» Mattis (un
apodo que Mattis odiaba) como «un
verdadero general de generales!».
A algunos críticos les preocupaba que la sobrerrepresentación de los
generales en la administración afectara al control civil de las fuerzas
armadas. Pero muchos otros celebraron el nombramiento de estos generales, con
la esperanza de que su presencia en la administración proporcionaría a la
estrella de “reality shows” (Trump tenía un programa de TV) convertirse en
presidente con una supervisión
«adulta» muy necesaria.
Las cosas salieron mal casi de inmediato. Cómo sucedió eso —cómo la promesa de relaciones civiles-militares suaves se convirtió en acritud, mordeduras y desconciertos— está documentada en cuatro nuevos libros. Dos son relatos periodísticos: “Trump y sus generales”, una visión justa y completa de la política exterior de Trump por el periodista y el “think tanker” (analista de un centro de estudios) Peter Bergen, y “A Very Stable Genius”, un trabajo de cobertura de noticias de primer nivel y valiosa visión de Philip Rucker y Carol Leonnig, reporteros del The Washington Post (donde soy columnista). Los otros dos libros son memorias. “Holding the Line”, de Guy Snodgrass, un oficial retirado de la Marina de los Estados Unidos que sirvió como escritor de discursos de Mattis en el Pentágono, da la impresión de estar escrito apresuradamente e incluye más polémicas entre oficinas estatales de lo que la mayoría de los lectores querrán saber. Pero proporciona algunas pepitas que no han sido reportadas en otros lugares, como la afirmación de que Trump le dijo a Mattis que «jodiera a Amazon» en un contrato importante porque estaba tan descontento con el Washington Post (que es propiedad del fundador de Amazon, Jeff Bezos). La otra memoria —“Call Sign Chaos”, de Mattis y Bing West— no trata en absoluto de las controversias de la administración Trump. «Estoy pasado de moda: no escribo sobre presidentes sentados», explica Mattis. Pero el libro proporciona un relato experto de la carrera de Mattis, que ayuda a explicar por qué el matrimonio entre Trump y sus generales estaba destinado al divorcio.
Un punto de inflexión clave en la relación fue una reunión informativa para
Trump de julio
de 2017 celebrada en lo que se conoce como «el Tanque», una sala
de conferencias segura del Pentágono utilizada por los Jefes de Estado Mayor
Conjuntos. Los relatos de la reunión son proporcionados por Bergen (que
comienza su libro con él), Snodgrass (quien lo organizó y estuvo presente), y
Rucker y Leonnig (que ofrecen los detalles más jugosos). Mattis había convocado
al presidente y a sus asesores superiores para explicar por qué el sistema liderado
por Estados Unidos de alianzas de seguridad y relaciones comerciales todavía
beneficiaba a los Estados Unidos. No
salió bien. Todos están de acuerdo en que Trump, que tiene una capacidad de
atención notoriamente corta y un temperamento “fosforito”, se enfadó
abiertamente durante la presentación de Mattis. Según Rucker y Leonnig, el
presidente arremetió contra los aliados de EE.UU., diciendo a sus generales:
«¡Se nos debe dinero que no has estado recolectando!» Mattis
intervino: «Esto es lo que nos mantiene a salvo», pero Trump
previsiblemente no lo estaba escuchando. «Todos ustedes son
perdedores», escupió. «Ya no saben ganar.» Unos minutos más
tarde, el presidente, que había pretextado problemas de espalda para evadir el
servicio en la Guerra
de Vietnam— gritó a un auditorio lleno de generales condecorados: «No
iría a la guerra con ustedes. Son una banda de idiotas y bebés».
Los generales, condicionados a no cuestionar la autoridad del comandante
en jefe, se sentaron en silencio aturdidos. Se le dejó la palabra al entonces
Secretario de Estado Rex Tillerson para mediar. «No, eso está mal»,
replicó. «Señor Presidente, está totalmente equivocado. Nada de eso es
cierto». Después de la reunión, frente a algunas personas en las que
confiaba, Tillerson llamó al presidente «un puto idiota» (fucking
moron). Cuando ese comentario fue reportado por NBC
News unos meses más tarde, selló el destino de Tillerson.
El
despido de Tillerson a mediados de marzo de 2018 tuvo una consecuencia
involuntaria: dejó al secretario de defensa sin refuerzos. Hasta entonces,
Tillerson y Mattis habían formado un equipo de etiqueta para detener los
impulsos más imprudentes de Trump. Habían logrado impedir que el presidente
se retirara del acuerdo nuclear con Irán y abandonara la disposición de la OTAN
de defensa mutua. Mattis también había trabajado con Kelly para retrasar la
implementación de las peticiones más provocadoras de Trump, escribe Bergen,
como la orden a principios de 2018 para evacuar a los civiles estadounidenses
de Corea del Sur en preparación para un posible ataque militar en Corea del
Norte.
Con Tillerson fuera, era sólo cuestión de tiempo antes de que Mattis
también saliera por la puerta. Snodgrass escribe que se enteró ya en el verano
de 2018 que Mattis estaba planeando servir sólo hasta el final del año. El
último altercado llegó en diciembre, cuando Mattis se opuso a la decisión
inicial de Trump de sacar a las fuerzas estadounidenses del norte de Siria.
Kelly, que
estaba cerca de Mattis después de años de servicio juntos del Cuerpo de
Marines, se fue poco después de Mattis. McMaster
ya había sido despedido en marzo de ese año después de chocar con Trump,
así como con Mattis. (Bergen escribe que Mattis «se refirió con puntillosidad»
al asesor de seguridad nacional como «Teniente General McMaster» para
dejar claro que lo superaba.)
El único oficial de alto rango que ha mantenido una influencia constante
con Trump desde el inicio de la administración es el general retirado Jack
Keane, un ex vicejefe del Estado Mayor del ejército que fue fundamental para
promover el «incremento” de tropas en Irak en 2006-7. Sin embargo, Keane
nunca ha aceptado un nombramiento
oficial, prefiriendo proporcionar asesoramiento informal. Bergen escribe que,
en varios momentos, Keane ayudó a disuadir a Trump de su deseo de sacar tropas
del norte de Siria y Afganistán, pero ni siquiera Keane podía detener a Trump.
Desde entonces, Trump ha abandonado a los kurdos sirios trasladando a las
tropas estadounidenses a los pequeños campos petroleros de Siria, y ha aceptado
retirar todas las tropas estadounidenses de Afganistán en mayo de 2020 como
parte de un acuerdo con los talibanes.
INTERPRETANDO LECTURAS
Aunque “Call Sign Chaos” no detalla el mandato de Mattis en el
Departamento de Defensa, revela por qué él y los otros generales tan a menudo
se enfrentaron con Trump. Mattis escribe que, desde una edad temprana, en el
Cuerpo de Marines le inculcaron los fundamentos del liderazgo, que resume como
«las tres Cs»: competencia («No te engañes en tu trabajo; debes
dominarlo»), cariñoso («Un marine sabe cuándo estás invirtiendo en su
carácter, sus sueños y su desarrollo. Hombres así no renuncian a ti»), y
convicción («Declara tus reglas claramente y apégate a ellas… Al mismo
tiempo, estimula tu pasión profesional con humildad personal y compasión por
tus tropas). Es difícil imaginar un ethos más alejado de la autopromoción
implacable de Trump, el desprecio por sus subordinados y el desdén por la
experiencia. El término «autosacrificio» no es parte del vocabulario
de Trump, y ve la lealtad como una calle unidireccional: quiere que los
subordinados sean leales a él, incluso a costa de violar la ley, pero será
desleal con ellos siempre que sea ventajoso hacerlo, a menudo afirmando que
apenas los conoce cuando se meten en problemas.
Nada más ajeno a Trump que el espíritu
militar de Mattis, es el amor del ex secretario de defensa por la lectura. “Call Sign Chaos”
se terminó de redactar en gran medida antes de que Mattis se uniera a la
administración, pero se lee como si Mattis se dirigiera encubiertamente al
presidente cuando escribe: «Si no has leído cientos de libros, eres
funcionalmente analfabeto, y serás incompetente, porque tus experiencias
personales por sí solas no son lo suficientemente amplias como para sostenerte.
Cualquier comandante que diga que está «demasiado ocupado para leer»
va a llenar bolsas de cadáveres con sus tropas mientras aprenderá de la manera
más cruel». Trump es, por supuesto, notoriamente
conocido por no leer [17] largos documentos informativos, y mucho menos
libros.
Por el contrario, todos los generales que sirvieron en la parte superior de la administración Trump eran lectores voraces, y les perturbó tener que tratar con un presidente tan chato intelectualmente y seguro de que ya lo sabía todo –aún cuando, Rucker y Leonnig informan, Trump ni siquiera sabía que la India comparte una frontera de 2.000 millas con China. Trump quedó desencantado con McMaster porque el asesor de seguridad nacional era demasiado profesoral, tratando de atiborrarlo con demasiada información. «Trump ridiculizaba a McMaster», escriben Rucker y Leonnig, «describiendo el tema del día y desplegando una serie de frases grandes y complejas para indicar lo aburrido que iba a ser la reunión informativa de McMaster». Agregan que «el personal del Consejo de Seguridad Nacional estaba profundamente perturbado por el trato que Trump dio a su jefe», y con razón. Debido a que muchos de esos empleados eran oficiales militares, se corrió la voz a través de la comunidad militar sobre cómo Trump trataba mal al veterano general condecorado de la Guerra del Golfo, Irak y Afganistán.
La hostilidad entre Trump y los generales ha irrumpido desde entonces a
la vista pública. Después de que Mattis escribió su furiosa carta
de renuncia, Trump lo llamó «el
general más sobrevalorado del mundo«. Kelly esperó más de un año
después de su partida para criticar públicamente a Trump, y cuando lo hizo, en
febrero de este año, Trump
lo atacó en Twitter: «Cuando dejé a John Kelly, lo cual no pude hacer
lo suficientemente rápido, supo muy bien que estaba muy por encima de su
cabeza. Ser Jefe de Estado Mayor simplemente no era para él». Esa crítica,
por supuesto, sólo plantea la cuestión de por qué Trump nombró a Kelly, y a
tantos otros funcionarios que ahora menosprecia.
Más allá de su ruptura pública con sus generales, la relación de Trump
con el ejército se deterioró debido a una serie de decisiones que no sentaron
bien en las fuerzas armadas. Mis conversaciones con oficiales actuales y
anteriores indican que aprobaron la decisión de Trump del asesinato de Qasem
Soleimani, el general iraní que fue responsable de cientos de muertes
estadounidenses en Irak, y de Abu
Bakr al-Baghdadi, el jefe del Estado Islámico (o EIIL). Pero muchos con los
que hablé estaban furiosos cuando Trump decidió en octubre pasado abandonar a
las fuerzas kurdas sirias moviendo al personal militar estadounidense que había
servido durante mucho tiempo como amortiguador entre los kurdos y las fuerzas
turcas hostiles, a pesar del hecho de que los kurdos habían luchado junto a
Estados Unidos para derrotar a EIIL y habían
perdido 11.000 soldados en este proceso. Esa decisión, según muchos, fue
contraria al compromiso de los militares con los camaradas en el campo de
batalla. Muchos en el ejército de Los Estados Unidos no estaban contentos de
que Trump restaurara
el rango del SEAL de la Marina Edward Gallagher, que fue acusado de
crímenes de guerra en Irak, y despidió al teniente coronel Alexander Vindman,
un veterano de guerra de Irak que había testificado sobre los intentos de Trump
de presionar a Ucrania para que ayudara a su campaña de reelección. Trump tuvo
a Vindman y a su hermano gemelo, también un teniente coronel que servía en el
personal del Consejo de Seguridad Nacional, escoltados desde los terrenos de la
Casa Blanca y luego
sugirieron que el ejército iniciara un procedimiento disciplinario contra
Vindman, algo que el ejército se negó a hacer. Kelly elogió a Vindman después
de su despido por hacer «exactamente lo que les enseñamos a hacer» al
negarse a obedecer una «orden ilegal» y criticó el apoyo de Trump a
Gallagher como «exactamente lo incorrecto que hay que hacer».
Oficiales como Kelly saben lo difícil que es mantener la disciplina y el buen
orden cuando el comandante en jefe está señalando que los crímenes de guerra
son aceptables, pero decir la verdad no lo es.
Muchos militares, todavía apoyan a Trump y aprueban sus fanfarronadas, pero los ataques del presidente contra las tradiciones sagradas de los militares de «deber, honor, patria» han molestado a muchos otros. Las encuestas del Military Times sobre el personal militar reflejan este desencanto: cuando Trump fue elegido por primera vez, en noviembre de 2016, el 46 por ciento de los encuestados tenía una visión positiva de él, y el 37 por ciento tenía uno negativo. En noviembre de 2019, se había producido un cambio brusco: 42 por ciento positivo, 50 por ciento negativo. Ese mismo mes, varios generales criticaron a Trump, aunque detrás del anonimato, en un artículo en The Atlantic de Mark Bowden. Algunos han criticado a los generales ahora destituidos por no hablar más en público, pero su reticencia es comprensible dado que se les ha enseñado desde el principio de sus carreras a alejarse de la política y que la oposición a Trump podría crear una reacción presidencial contra sus colegas que aún están en servicio activo. Al mismo tiempo, al no venir a la defensa de Trump, los generales retirados han dejado claro que no son fans del presidente.
La presidencia de Trump ha sido un proceso de aprendizaje tanto para el
comandante en jefe como para las tropas que dirige. Trump, que sabía poco de
gobierno al principio, aprendió sobre cuánto poder puede ejercer. No parece
haber aprendido por qué los presidentes anteriores se restringieron, por
ejemplo, al no decirle al Departamento de Justicia a quién
enjuiciar o qué penas de prisión recomendar. Trump se ha envalentonado
porque siente que sus decisiones controvertidas, como trasladar la embajada de
Estados Unidos en Israel a Jerusalén y matar a Soleimani, han funcionado mejor
de lo que los escépticos predijeron. Se ha vuelto más obstinado y menos
dispuesto a escuchar consejos cuanto más tiempo ha estado en el cargo.
Los generales, por su parte, aprendieron que no podían simplemente
continuar con los negocios como de costumbre. Trump disipó esa esperanza al
sorprender a los líderes del Pentágono con órdenes fuera de lo común para
detener los ejercicios militares con Corea del Sur y expulsar a las tropas
transgénero [33]; esta última decisión, escribe Snodgrass, «creó el caos
en el Pentágono». Mattis trató de sonreir a Trump tanto como pudo, para
bloquearlo tanto como sea posible. Snodgrass recuerda que Mattis dijo que
«preferiría tragar ácido» que celebrar el desfile militar de Trump en
Washington y señala que Mattis fue el único dentro el gabinete que se negó a
alabar el liderazgo de Trump. Pero incluso Mattis hizo compromisos, como enviar
a la Guardia Nacional a la frontera en un despliegue inútil diseñado para
anotar puntos políticos para Trump. Y aunque la decisión de Mattis de evitar
criticar al presidente en servicio tiene sentido desde su perspectiva como
general retirado, debió darse cuenta de que estaba sirviendo en una capacidad
civil y que le debe al pueblo estadounidense una explicación completa antes de
la elección de 2020 de si Trump es apto para seguir siendo presidente, basado
en su experiencia personal. Precisamente porque Mattis es una figura tan
conocida y respetada, su juicio tendría peso, especialmente dentro de los
votantes republicanos. Su sucesor, Mark Esper, carece del prestigio de Mattis
(y de aliados en el escalón superior del gobierno) y por lo tanto es más
fácilmente susceptible a la influencia política.
Trump ahora se ha rodeado de partidarios incondicionales, como Mike
Pompeo, su secretario de Estado, y Robert O’Brien, su asesor de seguridad
nacional, que se ven a sí mismos como facilitadores del presidente, no sus disuasores.
(O’Brien al parecer distribuye impresiones de los tweets
de Trump a su personal para guiar sus decisiones y prioridades.) Las
agencias que supervisan han sufrido daños duraderos: en el Consejo de Seguridad
Nacional, O’Brien ha reducido la dotación de personal por un tercio, y en el
Departamento de Estado, la moral se desplomó después de que Pompeo
se negara a defender a diplomáticos como William Taylor y Marie Yovanovitch
contra las críticas del presidente y sus aliados políticos.
Por el contrario, el Departamento de Defensa, porque es mucho más grande
que cualquier otra agencia gubernamental y tan impregnado del espíritu militar,
es más resistente a la influencia externa. Pero no es inmune. Vean como
ejemplo, la decisión de Trump en febrero de despedir a John
Rood, un subsecretario de defensa que se había enfrentado con el presidente
presionando para liberar ayuda a Ucrania y oponiéndose a la designación del
Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán como organización
terrorista.
Los intentos de Trump de doblegar el Departamento de Defensa a su
voluntad, emplearlo con fines políticos y purgarlo de todos los puntos de vista
disidentes sólo se acelerarán si gana otro mandato. Los generales que fueron
aclamados como el «eje de los adultos» se han ido hace mucho tiempo,
y sus sucesores, tanto militares como civiles, han recibido el mensaje sobre lo
que le sucede a cualquier funcionario que se atreva a enfrentarse a un jefe
ejecutivo veleidoso e iracundo. Cuanto más tiempo permanezca Trump en el cargo,
más difícil será salvaguardar las tradiciones apolíticas de servicio a la
nación, la dedicación al estado de derecho y la lealtad a la Constitución, que
son las señas de identidad de las fuerzas armadas estadounidenses.
Si Trump pierde en noviembre, el proceso de reparación del daño puede
comenzar, pero los últimos tres años han demostrado la facilidad con la que un
presidente hambriento de poder puede cabalgar sobre las normas de maneras que
dañan las instituciones del país. Trump seguramente no es el último demagogo
populista en ganar el cargo. En el futuro, el Congreso debe imponer mayores
límites a la autoridad del presidente para prevenir abusos como la
interferencia política en el Departamento de Justicia y los despliegues de
tropas con fines políticos. El Congreso ya está tomando medidas para limitar la
autoridad bélica del presidente, por ejemplo, derogando las autorizaciones para
el uso de la fuerza
militar, aunque esa legislación no se promulgará mientras Trump esté en la
Casa Blanca y Mitch McConnell, republicano de Kentucky, tenga el control del
Senado. Pero los límites a la autoridad del presidente siempre serán más
difíciles de hacer en el ámbito de la seguridad nacional, donde hay buenas
razones para darle al comandante en jefe considerable discreción para defender
la nación. En última instancia, la mayor salvaguardia contra el uso indebido de
las fuerzas armadas es inculcar una fuerte devoción al estado de derecho entre
el cuerpo de oficiales para que los futuros líderes militares luchen contra las
ordenes ilegales o poco éticas, como Mattis, Kelly y McMaster han hecho
recientemente en muchos (pero no todos) los casos.
[1] MAX BOOT es “Jeane J. Kirkpatrick” Senior Fellow for National Security Studies en el Council on Foreign Relations. La versión original de este texto, publicado el 6 de Abril de 2020, se encuentra disponible en: https://www.foreignaffairs.com/reviews/review-essay/2020-04-06/few-good-men. La traducción fue hecha por José Cornejo.
Fuente de la imagen de portada: https://es.theepochtimes.com/trump-ofrece-militares-a-mexico-para-una-guerra-que-borre-de-la-faz-de-la-tierra-a-los-carteles_552365.html
Edward
Snowden es un héroe de la libertad. En el 2013, siendo analista de inteligencia
de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, hizo saber al mundo de
la estructura mundial de vigilancia masiva que existía. El gobierno de los Estados
Unidos recopila la información de las comunicaciones privadas de millones de
personas en el mundo, a través de conversaciones telefónicas, correos electrónicos
y redes sociales. El documental
Citizenfour cuenta detalladamente toda la lucha de Snowden, quien ahora
vive exiliado en Rusia.
El 10 de Abril de 2020, Edward Snowden fue
entrevistado en el programa “Shelter in
Place” que dirige el periodista Shane Smith. El tema central fue el futuro
de las libertades civiles en el contexto del COVID-19. Y es que Snowden alerta
de que está construyéndose una “arquitectura de la opresión”. A continuación,
transcribimos en español toda la entrevista:
Shane Smith: Nuestro ciclo de noticias está cambiando, si
no es diario, cada hora o por minuto. Y hay tanta información actualmente, y es
difícil navegar por las aguas de las noticias. Así que una de las cosas que
quiero hacer es hablar con algunos de los pensadores más importantes del mundo
y decir “Oye, ¿Cuáles son estos problemas?” y “¿Cuáles son las consecuencias
imprevistas de lo que sucede ahora?” Una de las preguntas más importantes es,
todas estas medidas de emergencia, toda la recopilación de datos para decir
“Bueno, ¿qué está pasando con la pandemia y sus efectos colaterales?” Y creo
que uno de los mejores pensadores en torno a las libertades civiles y estas
consecuencias imprevistas es Edward Snowden. Así que hoy vamos a hablar con él
sobre sus pensamientos sobre el virus COVID, así como, ¿Qué significa eso para
nuestras libertades civiles? Edward Snowden, gracias por estar con nosotros
hoy.
Edward Snowden: Es un placer estar contigo.
Shane Smith: Vayamos al punto. ¿Por qué parece que estamos
tan mal preparados? Estamos actuando como si el COVID-19 fuera un virus nunca
antes visto y que esto acaba de salir de la nada. Sorpresa, sorpresa. Tú sabes,
tuvimos SARS, tuvimos MERS. Hemos tenido este tipo de cosas antes, y de hecho
sabíamos que íbamos a tener más de ellos. Sin embargo, no estábamos listos o
parece que estamos completamente desconcertados que esto esté sucediendo ahora
y está teniendo, ya sabes, un efecto tan profundo cuando, si hablas con
cualquier epidemiólogo o virólogo, sabían que esto iba a suceder.
Edward Snowden: No hay nada más previsible como una crisis de
salud pública para, ya sabes, de nuevo, reconocer un mundo donde solo estamos
viviendo uno encima del otro en ciudades abarrotadas y contaminadas, que una
pandemia. Y sí, cada académico, cada investigador que ha mirado esto sabría que
vendría. Y de hecho, incluso las agencias de inteligencia, puedo decirte de
primera mano porque solía leer los informes, habían estado planificando las
pandemias. Y, sin embargo, cuando lo necesitábamos, el sistema nos ha fallado.
Y nos ha fallado ampliamente. Y lo que me parece grotesco de esta situación, es
que ahora las personas a las que se les pide sacrificarse más, son las personas
que están en las posiciones más precarias, quienes tienen menos para dar.
Constantemente nos dicen: somos el país más rico del mundo. Pero cuando la
gente comienza a perder sus trabajos, cuando los alquileres se vuelven
difíciles de pagar, porque no hay trabajo para ninguna camarera en ningún
restaurante en Nueva York justo ahora, ¿Dónde están nuestros recursos? Cuando
nuestros hospitales dicen que necesitan ventiladores, ¿Dónde está toda esta
gran tecnología que se usa para vigilar a todos, hasta la más pequeña uña del
pie, cuando la necesitamos para crear cosas que realmente salven vidas?
Shane Smith: En Corea del Sur, que ha tenido éxito al menos
en allanar su curva, el gobierno ha estado enviando mensajes de texto a
personas que han entrado en contacto con personas que saben que tienen
COVID-19, lo que significa que saben quién tiene COVID-19, ellos saben con
quién se encuentran, ellos saben sus números de mensajes de texto. Saben cómo
ponerse en contacto con ellos. Taiwán está haciendo un “cerco móvil” donde, si
saben que estás infectado, te van a poner un cerco móvil, y si te vas, te meterás
en problemas. Es básicamente que tú teléfono móvil es el nuevo brazalete en el
tobillo. Sabes, miramos lo que hizo China, incluyendo soldar ciertas puertas
cerradas, y parecemos ser una especie de autómatas adhoc. Estamos diciendo
culturalmente no podemos hacer esto. Sin embargo, nuestros números están por
las nubes. Entonces, ¿son mejores los regímenes autocráticos al tratar cosas
como estas que los democráticos?
Edward Snowden: No lo creo. Quiero decir, se están dando
argumentos de que China puede hacer cosas que Estados Unidos no puede hacer.
Ahora, eso no significa que lo que están haciendo estos países autocráticos en
realidad es más efectivo. Realmente solo hay dos cosas que sabemos que son
ciertas. Una es que nadie sabe la verdadera cantidad de infectados porque solo podemos,
en el mejor de los casos, conocer los casos confirmados de personas que han
sido analizadas. Y una vez que comiences a examinar con detalle en este tipo autocrático,
o yo diría un tipo más autoritario de estructura política, lo que termina uno
viendo es que en lugar de la política guiada por la ciencia y los hechos,
comienzas a ver cosas como comunicados informativos convirtiéndose en
decisiones políticas. Ahora, esto no es nuevo. De hecho, la gripe española
alrededor de 1918 en realidad no se originó en España. En realidad, se estaba
extendiendo en la primera guerra mundial, a través de las trincheras, donde
todos estaban en condiciones terribles. Pero los militares de la época habían
impuesto restricciones sobre lo que la prensa podría informar pues eso podría
afectar la guerra. Y así, España siendo un país neutral, estaba publicando lo
que realmente estaban viendo en su país. Y entonces supusimos, porque eran los
únicos que decían la verdad, que venía de ellos. Ahora estamos un poco más
adelante que eso hoy. Pero eso no borra el hecho de que las personas en el
poder, quienes ven que hay una ventaja política para disfrazar o encubrir o
maquillar o negar números, pueden escoger mentir al respecto. Ha pasado antes y
casi seguramente que está sucediendo ahora.
Shane Smith: Si estás mirando países como China, que parece
haber aplanado su curva, ¿Cuánto podemos confiar en que esos números sean
realmente verdaderos?
Edward Snowden: No creo que podamos. Vemos al gobierno chino
recientemente trabajando para expulsar a periodistas occidentales precisamente
en este momento donde necesitamos informes independientes creíbles de esta
región. Y luego están todos estos rumores e informes iniciales que dicen cosas
como, ya sabes, el número de envíos de urnas para los entierros han subido mucho,
mucho más allá de lo que cabría esperar de los números oficiales. Y el hecho de
que no podemos obtener una verificación independiente de los hechos nos da
razones para dudar de la historia oficial. Y la realidad que debemos aceptar,
que es una realidad incómoda, es que incluso en lugares que no son regímenes
autocráticos, van a tener una segunda ola, van a tener una tercera ola, van a
tener una cuarta ola, según el mejor análisis medico disponible al día de hoy. Estuve
leyendo un artículo esta mañana que era de, creo que de la “Chan School of
Public Health”, creo que fue de la Universidad de Harvard, que decía que “apretar
los frenos” va a tener que ser la nueva estrategia.
Shane Smith: Lo que significa que estamos al comienzo de,
como dices, segunda, tercera, cuarta oleada de esto que vendrá. Y así, todas
estas medidas se volverán más severas. ¿Y qué pasa con las libertades civiles,
los derechos de privacidad, la democracia? Quiero decir, ¿Cuáles son los
efectos secundarios que puedes ver?
Edward Snowden: Esta es realmente la pregunta central de este
momento histórico. Lo que vemos es que todos tienen miedo y están desesperados
y están tan preocupados por hoy que realmente hemos dejado de pensar sobre cómo
será el mañana, como resultado de las decisiones que tomamos hoy. Lo hemos
visto en países como Taiwán y Corea del Sur, y extendiéndose a también a más
países occidentales, y por supuesto en los Estados Unidos donde ha comenzado
también el seguimiento y monitoreo de los movimientos de toda la población
humana a través de los movimientos de nuestros teléfonos. Y es, creo, algo que
debería ser motivo de preocupación, porque cuando hablamos de las aplicaciones,
y estoy seguro de que lo haremos, dicen que lo están usando para el rastreo de
contactos. Esta persona se enferma, ¿A dónde fueron? ¿Con quién exactamente
pueden entrar en contacto? Para que ellos puedan producir este tipo de mensajes
de texto que usted describe. A primera vista, parece que podría ser una buena
idea. Hay, por supuesto, un supuesto beneficio natural aquí. Y, sin embargo,
este nivel de rastreo de contactos, este método de rastreo de contactos no
funciona realmente en una escala pandémica.
Shane Smith: Así que cuando miramos a Corea del Sur, cuando miramos a China, cuando miramos a Taiwán, Singapur, ahora América. Hay todos estos datos que se recopilan. Entonces, cuando en Corea del Sur, recibo un mensaje de texto que dice: “Oh, conociste a Joe Blow. Él podría estar infectado. Deberías autosecuestrarte por 14 días”. ¿Cómo están obteniendo esos datos?
Fuente: https://youtu.be/k5OAjnveyJo
Edward Snowden: (Risas) Es una buena pregunta. Es decir, eso
es realmente lo que debería hacer que cualquiera mire a su teléfono y como que
levante una ceja. Hay varias formas de rastrear la ubicación de alguien a
través de su teléfono. Existen estas torres de telefonía celular, pero también está
la red inalámbrica con el que estás conectado. Y luego, ¿Qué otras redes
inalámbricas a tú alrededor con las que no estás conectado… Esto lo puedes
pensar como qué redes inalámbricas tú teléfono puede escuchar. Y entonces,
estos identificadores de red inalámbrica se recopilan y están trazados contra
el GPS, y luego saben si puedes ver el wifi de tu mama y el wifi del vecino Ted
y el wifi de la biblioteca. Todo al mismo tiempo, tienes que estar dentro del
alcance de estas cosas. Eso es un proxy de ubicación. Ahora que conocemos que
todos nuestros teléfonos pueden y están siendo rastreados en todo momento, solo
por estar prendido… Las compañías telefónicas lo tienen al mínimo. Facebook
probablemente lo tiene. Google probablemente lo tiene. Apple probablemente lo
tiene. Y muchas, muchas otras compañías de las que nunca has oído hablar que
ejecutan redes publicitarias.
Lo que esto
realmente significa en Francia o Estados Unidos es que dirán “Bueno, somos
conscientes de las preocupaciones de privacidad, así que vamos a
despersonalizar esta información, vamos a “anonimizarlo”, y no vamos a mirar a
las personas. Vamos a ver los flujos de movimiento de estos teléfonos. No
estamos mirando un solo teléfono. Estamos viendo los movimientos agregados de
los teléfonos”. El problema es que, si no estás rastreando una infección o 100
infecciones, pero estas rastreando 100 000 infecciones, el rastreo de contactos
rápidamente se vuelve inútil. Más aún, la precisión de la información de la
ubicación es tan tosca que es en gran medida inútil, como es el caso de si habláramos
de las redes de telefonía celular, las torres de telefonía celular que tienes
cerca, a información de ubicación muy, muy precisa. En cuyo caso esta
información, cuando lo estás aplicando a escala, no puede ser anonimizada de
manera significativa. Y luego está esta gran pregunta de “Bueno, ¿A dónde va
toda esa información? ¿Cómo se controla? ¿A quién se está utilizando… Es
información sobre mí. Debería tener influencia. Debería tener control sobre
eso”. Pero, desafortunadamente, en Estados Unidos, en gran medida, no lo haces.
No existe una ley básica de privacidad en los Estados Unidos. Necesitamos
asegurarnos de que los frenos que se están apretando están en la pandemia, y no
en nuestra sociedad.
Shane Smith: Parece que esta es quizás la mayor pregunta de
la era moderna en torno a las libertades civiles, en torno al derecho a la
privacidad. Sin embargo, nadie hace esa pregunta. Realmente no escuchamos mucho
al respecto. Y ahora esta es probablemente el mayor cambio zeitgeist de la
sociedad, hacia “Sí, tengo la información porque tenemos que detener esto”. Ya
sabes, estamos declarando varios estados de emergencia aquí y allá. Pero estos
tienen poderes amplios. Así que estamos sentados aquí en Estados en Unidos en
cuarentena, mientras decimos “Bien, ¿qué significa esto hacia el futuro?”
Edward Snowden: Cuando pienso en el futuro, cuando alguno de
nosotros mira a dónde se dirige esto, necesitamos pensar en dónde hemos estado,
y tristemente, este tipo de poderes de emergencia que nacen de la crisis tienen
una historia perfecta de abuso. Quiero decir, abajo del tablero, cada vez que
miras estas cosas, la parte más divertida al respecto, en un sentido oscuro, es
que la emergencia nunca termina. Se normaliza. Cuando hablas de vigilancia
masiva, el programa de escuchas telefónicas sin orden judicial de la era Bush,
solo una parte se cerró y se extendió, se extendió, se extendió. Y hemos
realizados cosas en los bordes, pero las practicas básicas de lo que se suponía
que era una emergencia provisional, que fue en respuesta a otra emergencia
provisional fue, por supuesto, el legado del 11 de Septiembre y la Ley
Patriota. Y todavía estamos comprometidos hoy en las mismas guerras que
declaramos hace 20 años y que no hemos logrado escapar. Ya sabes, tenemos como
resultado del 11 de Septiembre: el surgimiento del Irán nuclear porque su
contrapeso en Iraq fue arruinado. Vimos el autoritarismo comenzar a arrastrarse
por las sociedades occidentales, en lugares que no esperaríamos como Hungría y
Polonia.
A medida que se extiende el autoritarismo, a medida que proliferan las leyes de emergencia, mientras sacrificamos nuestros derechos, también sacrificamos nuestra capacidad para detener esta caída en un mundo menos liberal y menos libre. ¿Realmente crees que cuando la primera ola, la segunda ola, la 16° ola del coronavirus sea un recuerdo olvidado en el tiempo, crees que estas capacidades no se mantendrán, que estos conjuntos de datos no se guardarán? ¿Comenzarán a aplicarse esas capacidades a la criminalidad de poca monta? ¿Comenzarán a aplicarse al análisis político? ¿Comenzarán a aplicarse para hacer cosas como realizar un censo? ¿Serán utilizados para encuestas políticas? No importa cómo se use, lo que se está construyendo es la arquitectura de la opresión. Y puedes confiar en quién está lidiando con eso, puedes confiar en quién lo dirige. Podrías decir: “Sabes, no me importa Mark Zuckerberg”. Pero alguien más tendrá estos datos eventualmente. Algún otro país tendrá estos datos eventualmente. En tu país, un presidente diferente finalmente tendrá control de estos datos y alguien abusará de ello. Ahora, ¿podría China usarlo para algo interesante para ellos? Sí, ¿y qué pasa cuando abusen de ello? Y creo que ya lo han hecho. Sabes, ellos dirigen campos de internamiento en China. Y estas prácticas, cuando no reciben retroceso, cuando no reciben condena, cuando no se enfrentan a la sanción, se normalizarán y extenderán. Y los enfrentaremos en Rusia. Los enfrentaremos en Irán. Y luego los enfrentaremos en Polonia, los enfrentaremos en Hungría. Los enfrentaremos en toda Europa. Los enfrentaremos en los Estados Unidos porque los enfrentaremos en todas partes.
¿Realmente crees que cuando la primera ola, la segunda ola, la 16° ola del coronavirus sea un recuerdo olvidado en el tiempo, crees que estas capacidades no se mantendrán, que estos conjuntos de datos no se guardarán? ¿Comenzarán a aplicarse esas capacidades a la criminalidad de poca monta? ¿Comenzarán a aplicarse al análisis político? ¿Comenzarán a aplicarse para hacer cosas como realizar un censo? ¿Serán utilizados para encuestas políticas? No importa cómo se use, lo que se está construyendo es la arquitectura de la opresión.
Shane Smith: Hemos hablado de esta primera ola. Y hasta que
haya una vacuna que funcione, habrá más olas. Habrá más pandemias. Es decir,
así es como sucederá. Entonces, si va a haber más olas de COVID-19, y de hecho,
más olas de otras pandemias en el futuro, entonces teóricamente habrá más
información. Más información recopilada, más información compartida. Esta es la
“nueva normalidad”. Esto es simplemente, no va a mejorar. Esto es. Este es un
momento crucial. ¿Y por qué nadie está hablando de esto?
Edward Snowden: Porque tenemos miedo. Si trabajamos juntos, si
pensamos en cómo podemos protegernos a nosotros mismos, nuestras familias,
nuestras comunidades, nuestros hospitales, si pensamos en cómo podemos trabajar
juntos internacionalmente para superar esto, a medida que nuestros males
alcanzan su punto máximo en diferentes lugares en diferentes momentos, si
cooperamos podemos comenzar a conseguir este espacio para pensar no en abordar
el síntoma de nuestro mundo superpoblado y desigual, pues este virus que se ha
expandido a través de la fronteras al instante. Cuando miras lo que pasó,
cuando tenemos está crisis de salud, y rápidamente se transformó en una crisis
económica, y muy rápidamente se convirtió en una crisis financiera, ves a todos
los gobiernos del mundo entrar en acción. Y es interesante que veas que la
mayoría de este dinero no va a lo público, no a los hospitales, pero a las
empresas, préstamos a grupos y corporaciones que en realidad creó los problemas
sistémicos que fueron exacerbados por este repentino y agudo declive. Pero
debemos recordar que este virus pasará, pero las decisiones que tomamos hoy en
este ambiente durarán. Tendremos que vivir con ellos y nuestros hijos tendrán
que vivir con ellos. Toda nuestra posteridad lo hará. No se trata solo de
Estados Unidos. No se trata solo de tu ciudad. Se trata de todas partes.
Shane Smith: Así que parece que nos dirigimos en este
territorio desconocido. Y quería preguntarte, da un paso atrás, tomate un
tiempo, ¿En qué deberíamos estar pensando? ¿En qué deberíamos concentrarnos?
Edward Snowden: Una de las cosas que me llama la atención es
esta sensación de que esto es un rayo de la nada, no pudo haberse evitado, no
pudo haber sido resistido, no pudo ser imaginado que esto sucedería, esta
pandemia global. Cuando piensas en el estadounidense promedio, sabes van a
trabajar todos los días, pasan diez horas en la oficina, en el auto, lejos de
su familia, lejos de su hogar. Y al final del día, no tienen espacio para
pensar. Y ahora todos nosotros colectivamente al mismo tiempo hemos sido
forzados a un año sabático global en todo el mundo, lo cual es un evento
extraordinariamente raro en la historia. Estamos en uno de los momentos únicos
de nuestras vidas, donde el sistema está tan estresado y tan sobrecargado, y el
liderazgo está tan fuera de lugar, que tenemos la habilidad para hacer cambios
no reformistas, sino cambios revolucionarios, que realmente podemos cambiar el
funcionamiento de la sociedad, que realmente podemos cambiar la estructura del
sistema que controla e influye en nuestras vidas, la forma en que estamos
siendo monitoreados, la forma en que estamos siendo rastreados. Porque estos
sistemas, si no los cambiamos, no se usará simplemente para controlar nuestra
salud. Ellos tomarán decisiones por nosotros de forma automatizada, para
determinar quién consigue un trabajo, quién va a la escuela, quien obtiene un
préstamo, quién obtiene una casa, y quién no. Y hoy nos preguntan en un momento
de miedo extraordinario “¿Cómo queremos que se vean estos sistemas?” Y si no
tomamos esa decisión nosotros mismos, será hecho para nosotros.
Shane Smith: Edward Snowden, gracias por tu tiempo hoy.
Edward Snowden: Muchas gracias, Shane.
Fuente de la imagen de portada: https://www.enter.co/cultura-digital/entretenimiento/edward-snowden-de-la-nsa-a-la-musica-electronica/
Fuente de la entrevista: Shelter in Place with Shane Smith & Edward Snowden (Full Episode). Disponible en https://youtu.be/k5OAjnveyJo. Traducción realizada por el Comité Editorial de la Revista Ojo Zurdo.
Escribía en la década
de 1960 Arnoldo Martínez Verdugo, promotor de la lectura de Lenin y Gramsci al
interior del Partido Comunista Mexicano, que en política: “no hay soluciones
providencialistas”. Este intento de arrojar por la borda las consecuencias más
funestas del marxismo entendido como “filosofía de la historia” vinieron de
distintos esfuerzos a lo largo de distintas generaciones. Esto sucedió antes de
que el “Mariátegui italiano” se volviera una referencia cotidiana entre los
núcleos militantes.
El 150 aniversario del
nacimiento de Lenin no generará –menos aún en las condiciones de crisis civilizatoria
en las que nos situamos– encuentros, coloquios o aparición de libros. Lenin no
tiene buena prensa y ello es entendible, desde que Rockefeller demolió el muro
que tenía su imagen en el icónico edificio del centro de Nueva York, se
clausuró la posibilidad de una integración edulcorada de su figura y su obra en
los cánones de la ideología dominante.
Es necesario hacer un
esfuerzo de lo que Bosteels ha denominado como la “contra-memoria”, para
realizar deslinde con respecto a la codificación oficialista del “leninismo”.
Esta fue una construcción ideológica que comenzó en las plumas de León Trotsky,
Nicolás Bujarin, Gyorgy Zinoviev y, por supuesto, José Stalin. El “leninismo”
se convirtió en una ideología legitimadora alrededor de la pugna por el poder:
todos ellos, a pesar de sus diferencias, asumen que Lenin era el representante
del “marxismo de nuestra época”. Lo que había sido un pensamiento que se
devolvió en coyuntura devino un cliché, un mecanismo legitimador y un sustituto
de la vieja filosofía de la historia.
Contra esta
situación, en América Latina se desataron apropiaciones y usos de Lenin muy
diversos. Prueba de la incorregible imaginación de los movimientos políticos y
sociales de nuestra región. Así, el nacionalismo popular a partir de personajes
como Haya de la Torre, Fausto Reinaga, Lázaro Cárdenas, José Consuegra, Rómulo
Betancourt, dialogó con la potencia movilizadora y pedagógica de Lenin, así
como con su anti imperialismo. Lenin era antes que un comunista o un marxista,
un gran político que condujo a un pueblo periférico al nivel de sus
expoliadores, un instructor y educador de las masas, un férreo organizador y,
sobre todo, el adalid de la lucha contra el imperialismo. No era casual que los
distintos formatos del nacionalismo encontraran en él a una inspiración.
En el campo marxista
la cuestión se fue aplazando, la loza pesada de la figura de Stalin y la nada
despreciable, en términos tanto simbólicos como materiales, victoria soviética
sobre el fascismo parecía haber alejado a Lenin de la primera línea. Sin
embargo, este volvió como motivo de renovación, esta vez para los
latinoamericanos que adoptaban el socialismo como eje central de su acción.
Cuando en 1959 Fidel Castro y los guerrilleros cubanos iniciaron un nuevo ciclo
de la revolución latinoamericana, atinado, el francés Regi Debray lo calificó
como un “leninismo impaciente”. Después de la revolución cubana vinieron los
esfuerzos de aventurar a un Lenin que funcionara para la nueva coyuntura que se
abría. De la mano de autores como el filósofo venezolano J. R Núñez Tenorio en
su Lenin y la revolución, el venezolano-alemán Heinz Rudolf Sontag en su
Marx y Lenin acerca de la sociología de la revolución, del uruguayo
Rodney Arizmend en su Lenin y la revolución en América Latina, Alonso
Aguilar en su Teoría leninista del imperialismo, Carlos Cerda que en su El
leninismo y la victoria popular analiza el triunfo de Salvador Allende
desde las categorías del ruso o el economista venezolano Vladimir Acosta en su La teoría del desarrollodel
capitalismo en Lenin. Todos ellos, además, acompañados de sugerentes
lecturas realizadas en Cuba realizadas por Carlos Rafael Rodríguez, Roberto
Fernández Retamar, Thalía Fung, el equipo de Pensamiento crítico
destacando Fernando Martínez Heredia y Jesús Díaz. Este ciclo de la década de
1970 cerró con Adolfo Sánchez Vázquez cuando lo incluyó en su obra más
importante como un “teórico de la praxis”.
La década de 1980 ve
un decrecer del interés de su obra y esto se puede asociar, en parte, a la
separación que hicieron gran parte de los lectores de Gramsci, en donde el
italiano era más que una corrección, un teórico que sustituía a Lenin. Más allá
de eso, algunas producciones significativas se dieron de la mano de Tomás
Moulian en Chile. En plena dictadura de Pinochet, escribió su Cuestiones de
teoría política marxista: una crítica de Lenin. En tanto que Marta
Harnecker, en diálogo con las guerrillas centroamericanas produjo Lenin y la
revolución social en América Latina. El ciclo se cierra con el texto
clandestino Condiciones de la revolución socialista en Bolivia: (a proposito
obreros, Aymaras y Lenin) firmado por Qnanchiri, el hoy vicepresidente
Álvaro García Linera.
Este cúmulo de lecturas eran escritas por marxistas de distinto tipo, desde comunistas de partido, pasando por marxistas que habían abandonado el DIA-MAT[2], los que eran parte de la izquierda “ortodoxa”, personas que venían del cristianismo de izquierda o que sostenían la apertura con el mundo indígena. A pesar de sus múltiples divergencias, todas coincidían en que Lenin era el revulsivo que permitiría al marxismo latinoamericano poder enfrentar las situaciones novedosas. En mayor o menor medida en todos estos textos Lenin no es ya un cúmulo de citas, sino un ejemplo de como pensar ante situaciones concretas. En todos se respiraba el aire de la relación entre totalidad y política, en todos aparecía la relación de fuerzas/debilidades como eje de la construcción política; en todos se hacia hincapié en la renuncia a las certezas, los a-priori o la confianza en las “necesidades” de la historia.
De manera instintiva,
como respuesta a una necesidad apremiante, la de la nueva coyuntura de la
revolución latinoamericana, se abría la urgencia de encontrar el cerebro de la
pasión: una teoría política que pudiera servir como instrumento y brújula para
las y los revolucionarios de la región. Las lecciones que Lenin aportaba
servían, no porque América Latina se pareciera a Rusia, no porque Lenin fuese
infalible, sino porque a lo largo de sus intervenciones políticas mostraba la
potencia de pensar la política sin garantías.
Si no había garantía,
última instancia ni providencialismo, era necesario tomarse enserio a Lenin en
su emplazamiento metodológico: “análisis concreto de la situación concreta”. ¿Cómo
podemos evaluar hoy, tan lejos de aquellos intentos, los aportes que Lenin
brindó al marxismo latinoamericano? Parecerían ser dos, los más importantes. El
primero, que la política es ante todo una cuestión de temporalidad y que la
táctica y los métodos de lucha se encuentran subordinados a esa temporalidad de
la política. Antes que principios abstractos, el “análisis concreto” demanda
evaluar el tiempo de la política, sus ritmos, sus pausas, sus momentos
de aceleración. El segundo, es que esas temporalidades demandaban que la
política se pensara como una aritmética de fuerzas y debilidades y que en ella
los números no siempre contaban igual. Es decir, que no se trataba de
acumulación numérica sin más. La pura aglomeración, sin dirección ni
organización era inútil, o la acumulación sin un momento para la intervención
podría ser un desperdicio.
Antes de que la
lectura del “Mariátegui italiano” fuera adoptado como el común, antes de que
dualidades como “guerra de posiciones/guerra de movimientos”, “sociedad
civil/sociedad política”, “fuerza/consenso” aparecieran en la gramática de la
izquierda, Lenin había brindado elementos sustanciales para abandonar el
providencialismo de la secta. Su teoría política era, por principio, de
mayorías participantes y, por tanto, sumaba al caudal que fortalecía la
relación entre democracia y socialismo. El Lenin leído en América Latina es
único y responde a las necesidades de un tiempo del que aún podemos aprender
algunas cuestiones.
En los
años 80 un alcalde de pelo alborotado y blanco entrevista a unos adolescentes
punkis en un mall de Burlington que miran atónitos a alguien que está
interesado en lo que tienen que decir. Casi 40 años más tarde el mismo
político, con algo de pelo menos, pero aun alborotado y blanco, cancela su
campaña en las primarias del partido demócrata, durante la que fue en muchos
momentos el favorito. Si se observa la carrera de cualquier otro político de éxito,
se suelen identificar cambios, formas en las que sus discursos se han ido
encajando con los engranajes de poder, o adaptaciones y concesiones hechas con
el objetivo de aumentar sus capacidades de alcanzar el poder. En Bernie
Sanders, lo que sorprende es la consistencia, su mensaje es constante, su
defensa de ciertos asuntos, cuando no eran para nada populares, desvela una
personalidad, casi testaruda, de alguien que identifico en los 80 unos defectos
endémicos que envenenaban la sociedad americana y que indignado se alzó para
luchar con los estadunidenses. Que su mensaje y las luchas que ha abanderado estén
de más actualidad que nunca, hablan de un país que en 40 años no ha sido capaz
de solucionar ninguno de sus problemas endémicos y que sigue envenenado por muchos
de los problemas que identificaron grandes líderes populares como Martin Luther
King en los años 50 y 60 o el Reverendo Jackson en los 80 y 90.
En estos
momentos que la izquierda americana está de luto por la pérdida de una
candidatura con la que saboreo el poder político probablemente por primera vez
desde Franklin D. Roosevelt, se alzan voces airadas que ponen en el punto de
mira a Bernie. Apuntan como culpables de su derrota su testarudez e incapacidad
de adaptarse, también a su excesiva condescendencia con Joe Biden que sin
embargo a él le atacaban viciosamente, o su trato respetuoso con una prensa que
siempre le ha odiado. ¿Pero como hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo una
candidatura que tras las primarias de Nevada del 22 de febrero apuntaba hacia
una elección más que probable, ha podido ser derrotada por un señor, Joe Biden,
que parece tener problemas para recordar hasta dónde está? Recapitulemos.
La coalición multicolor
Más allá de las encuestas que en algunos momentos colocaban al vicepresidente de Obama Joe Biden o a la progresista Elizabeth Warren como los que estaban al frente de la carrera por la nominación demócrata, los debates se centraron en torno a las ideas introducidas por Bernie Sanders en la campaña de 2016. En una distribución interesante, Bernie Sanders se colocaba siempre en el centro geográfico y discursivo del debate mientras unos moderadores, claramente hostiles, atacaban con ayuda de la mayoría del resto de candidatos sus ideas principales, como un sistema de salud universal y gratuito, universidades gratuitas, la cancelación de la deuda universitaria o subir el salario mínimo a nivel federal a 15 dólares la hora. El resto de candidatos trataban de levantar dudas sobre la viabilidad de unas medidas que la mayoría de los votantes demócratas apoyaban y que en medio de esta pandemia son hoy más populares que nunca entre la población general estadounidense. Si entendemos que la hegemonía, la relación de fuerzas entre distintos grupos sociales, tiene dos momentos el de la convicción y el de la victoria política, estos debates demostraban que Sanders ya había convencido a la mayoría demócrata y lo que ahora necesitaba era la victoria política, necesitaba conseguir la nominación a la presidencia del gobierno, aglutinar una coalición capaz de ganar las primarias demócratas.
En una distribución interesante, Bernie Sanders se colocaba siempre en el centro geográfico y discursivo del debate mientras unos moderadores, claramente hostiles, atacaban con ayuda de la mayoría del resto de candidatos sus ideas principales, como un sistema de salud universal y gratuito, universidades gratuitas, la cancelación de la deuda universitaria o subir el salario mínimo a nivel federal a 15 dólares la hora.
En las
terceras primarias demócratas, los Caucus de Nevada, Sanders consiguió la
victoria que marcaba que esta carrera sería entre él y un moderado. Esta
victoria se le había resistido en New Hampshire e Iowa donde a pesar de ganar
el voto popular no consiguió claras diferencias con el resto de candidatos. En
Iowa el senador de Vermont gano el voto popular por casi 6000 votos (una
diferencia bastante grande para un estado del tamaño de Iowa) pero el complicado
sistema de voto de Iowa acabó dando un delegado más a Mayor Pete, que fue capaz
de técnicamente empatar en el voto popular también en New Hampshire. Sin
embargo, estos estados, con extensas poblaciones blancas, hacían dudar de la
verdadera fuerza de Mayor Pete como un competidor serio, ya que las minorías han
sido históricamente muy relevantes para la elección del candidato demócrata.
Estos estados apuntaban también hacia la endémica debilidad del que estaba
llamado a ser el principal competidor de Bernie, el ex vicepresidente de Obama,
Joe Biden, que acumulaba un modesto tercer y quinto puesto.
Haber
sido vicepresidente de Obama, convertía a Joe Biden en un candidato popular
entre los votantes negros lo que, unido a la alta aceptación de Obama entre los
votantes demócratas le hacían un candidato atractivo, casi automático. Pero por
desgracia el veterano político, que en el pasado fue un gran orador, no es lo
que fue. Joe parece tener problemas para acabar incluso los argumentos más
sencillos, perdiéndose en medio de frases que deberían ser fáciles para
cualquier orador. Además, durante los largos debates demócratas parecía tener
problemas para participar siendo eclipsado a menudo por otros moderados como
Amy Klobuchar o Mayor Pete. En definitiva, el anciano de 77 años está en
declive, ya no es lo que era, y en este momento la mayoría de votantes
demócratas parecía tenerlo claro, aglutinándose el voto moderado en torno a Mayor
Pete con buenos resultados también para la otra moderada que seguía en la
carrera Amy Klobuchar principalmente, ante el temor de que Joe no era lo que fue
en el pasado.
En Nevada Sanders gana, entre los dos géneros, en todos los tramos de edad menos en los mayores de 60 años, gana en todas las razas menos en los negros donde fue segundo, en todos los niveles de educación y entre aquellos que se consideran demócratas y sobre todo y abrumadoramente entre los no se consideran como votantes regulares de ninguno de los dos principales partidos. En definitiva, en Nevada Sanders encontró la justificación al argumento central de su campaña: que su campaña era la única capaz de aglutinar a grandes mayorías al ser una candidatura con apoyo multirracial, multigeneracional y multiclasista. En cierta forma Sanders reeditaba una revigorizada alianza multicolor que había catapultado a un improbable Reverendo Jackson a conseguir un 21% del voto popular en las primarias de 1984. Entonces el Reverendo defendió que su campaña representaba una alianza multirracial de la clase trabajadora, la coalición multicolor y Sanders, que como alcalde de Burlington había apoyado al Reverendo, 36 años más tarde parecía reeditar esta coalición revigorizada y lista para tomar el poder. Con los moderados divididos Sanders, al igual que Trump hizo en la campaña de 2016, parecía capaz de ganar una cantidad de delegados suficiente en cada estado para asegurarse la nominación demócrata. Sin embargo, a diferencia del establishment Republicano en 2016, en 2020 el establishment demócrata demostró estar más organizado y respondió con más rapidez de lo que nadie podría haber predicho.
Con toda
la inercia y con unos moderados divididos parecía que la candidatura de Sanders
estaba llamada a ser la vencedora. Una semana más tarde de Nevada, en las
primarias de Carolina del Sur, Joe Biden consiguió una esperada victoria debido
a su apoyo entre la comunidad negra. Este estado cuenta con una extensa población
de raza negra y la popularidad de Biden entre estos votantes le lleva a una
victoria clara sobre el resto de candidatos. En este mismo momento el
establishment mediático se pone en marcha vendiendo a Joe Biden como el único
candidato moderado capaz de vencer a Sanders. Además, empiezan a empujar un
relato que no se sostiene, la idea de que el somnoliento Joe (Sleepy Joe como
le llama Trump) es un mejor candidato que Sanders para ganar la presidencia.
Obviando todos los defectos que hasta ese momento han impedido que se consolide
el voto demócrata moderado detrás de Biden, venden la imagen de un político que
ya hace mucho tiempo desapareció hundido en las tinieblas de la demencia.
Venden a ese político mordaz que fue un gran orador como vicepresidente de
Obama, obviando que de él solo queda una cascara balbuceante. Al mismo tiempo su
campaña, en un movimiento inteligente, esconde al máximo a Joe Biden limitando
sus apariciones televisivas, lo que permite al votante medio demócrata no
recordar que Joe es una persona en claro declive cognitivo.
Mientras se acercaba el ‘Súper Martes’ (martes en el que votan una gran cantidad de estados y que es determinante para la elección del candidato presidencial) Sanders lideraba las encuestas en gran parte de estos estados. En ese momento la izquierda mediática alternativa (The Rising en The Hill, Secular Talk, The Humanist Report, The Rational National, The Young Turks, entre otros) vaticina triunfante una gran cantidad de delegados de ventaja para la campaña de Bernie que parece poder distanciarse significativamente del resto de candidatos. En medio de esta desastrosa situación para el establishment Obama levanta el teléfono desencadenando la serie de eventos que Kyle Kulinsky, de Secular Talk, llama ‘El Lunes Sangriento’ (Bloody Monday). El expresidente llama a los candidatos moderados Mayor Pete (que aun contaba con más delegados que Biden) y Amy Klobuchar (quinta en delegados en ese momento) y les presiona para que abandonen la carrera. Los dos candidatos abandonan las primarias demócratas el lunes antes del ‘Súper Martes’ y endorsan la candidatura de Joe Biden, suponemos que tras promesas de posiciones relevantes en el futuro gobierno. Además, la otra candidata progresista Elizabeth Warren, sin apenas delegados, aguanta en la carrera. Que permanezca en la carrera solo perjudica al candidato más cercano a sus posturas, Bernie Sanders, dividiendo el voto progresista, y beneficia a un político, Joe Biden, contra el que Warren comenzó su carrera política. Su incapacidad, tanto en 2016 como en 2020, de endorsar a Bernie cuando importaba crea grandes dudas sobre el nivel de integridad de esta política, y/o su valentía. Algunos pueden preguntarse lo que le importan las medidas que tanto el cómo Sanders han defendido a lo largo de sus carreras políticas y si no está más preocupada por conseguir poder dentro del partido demócrata que por defender a las mayorías sociales estadounidenses.
Todo esto crea una tormenta perfecta que coloca después del ‘Super Martes’ a Joe Biden con unos 100 de delegados más que Bernie. Empujado por esta tendencia y en medio de la crisis del coronavirus la ventaja se va extendiendo. Es importante resaltar que el comité electoral del partido demócrata, presiona a varios estados para que no eliminen las primarias a pesar de los más que probables contagios que ocurrirían debido a estas elecciones. Pretenden que el momento de Biden se mantenga y que un retraso en las elecciones pueda permitir a Sanders recuperar terreno. El 8 de abril Bernie abandona su campaña ya que es casi matemáticamente imposible que consiga la nominación. Es a partir del ‘Super Tuesday’ que se hacen evidentes las grandes debilidades de la campaña de Bernie Sanders.
El establishment mediático demócrata: Los guerreros anti-Trump y su aceptación entre los votantes demócratas.
En el
año electoral de 2016 la prensa estadounidense alcanzaba niveles históricos de impopularidad,
con solo un 32 % de los americanos confiando en la información que proveían.
Trump, un genio del marketing político (más allá del resto de sus capacidades),
leyó perfectamente el momento político haciendo una campaña que en parte se
centraba en atacar despiadadamente a la prensa. Trump deja fuera de esos
ataques brutales a una cadena, Fox News, que apoyo con fuerza su campaña. En
ese momento la prensa tenía solo un 50 % de aceptación entre los americanos que
se autodenominaban demócratas, y apenas un 30% entre los que se consideraban
independientes. Tan solo un año más tarde en 2017, la aceptación entre los
demócratas había crecido increíblemente alcanzando el 72% de aceptación. Este
nivel de aceptación es esencial para entender una de las dinámicas que han
definido esta carrera y los eventos en torno al ‘Lunes Sangriento’. ¿Pero a qué
se debe este cambio tan brusco?
Tras la
crisis de 2008 y la perdida de legitimidad de gran parte de la media surgen
varios canales y programas de televisión (tanto de derechas como de izquierdas)
que suben su contenido al internet, sobre todo a plataformas de streaming como
YouTube. Opinólogos como Ben Saphiro en la derecha, o Kyle Kulinsky en la izquierda
amenazan la capacidad de dominar el relato que hasta ese momento estaba en manos
de una de las prensas con más poder del mundo. Muchos de estos canales tienen
un gran seguimiento, con Cenk Uygur, creador de ‘The Young Turks’, llegando a
afirmar que son el programa de noticias más visto del mundo. Más allá de la
veracidad de estas afirmaciones el establishment mediático tiene un problema
con una creciente alternativa mediática que parece capaz de disputarle el
relato. Sin embargo, la baja popularidad del presidente entre los demócratas
muestra a la prensa una forma de recuperar la popularidad perdida: atacarlo sin
piedad, y muchas veces de formas bastante ridículas.
La
prensa demócrata desde la elección de Trump toma una postura claramente
antagonista con él. Inicialmente la actitud tiene que ver con el presidente
siendo un outsider de los círculos de poder político pero muy pronto se
transforma en una relación simbiótica de la que ambos se benefician. Ante uno
de los presidentes con menor popularidad de la historia de USA toman la postura
de guerreros anti-Trump. En ruedas de prensa, que parecen más batallas que algo
serio, hacen preguntas que son directamente ataques y sustituyen la información
por una constaten desacreditación contra Trump. En frente Trump causa
escándalos y llama ‘Fake News’ a todo el que tiene en frente. La prensa
recupera así la confianza perdida entre una parte considerable de los estadounidenses
mientras que Trump consigue una caja de resonancia para su discurso y constante
presencia en la prensa, dirigiendo de manera efectiva el discurso político. En
este proceso los votantes demócratas recuperan la confianza en la prensa, lo
que sería fatal para la campaña de Bernie Sanders en 2020.
A 2020 los moderados llegaban, como ya dijimos, divididos. La clara debilidad mental y como candidato de Joe Biden llevo a que el establishment mediático encumbrara a otros candidatos como Mayor Pete, Kamala Harris o Amy Koblauchar, mientras seguían protegiendo a Joe Biden. Pero tras Carolina del Sur, donde quedo claro que la carrera sería entre Biden y Sanders, la prensa redobla los esfuerzos para venderlo como el candidato a elegir si se quiere derrotar a Trump. Para que entendamos el nivel de sesgo de la prensa podemos leer el artículo de InTheseTimes que muestra cómo, tras la clara victoria de Nevada, Bernie fue cubierto por la prensa de manera más negativa que positiva, y todo esto tras una victoria. ¿Al otro lado? Después de la victoria de Carolina del Sur Joe Biden tuvo 3.26 menciones positivas por cada 1 negativa.
Pero tras Carolina del Sur, donde quedo claro que la carrera sería entre Biden y Sanders, la prensa redobla los esfuerzos para venderlo como el candidato a elegir si se quiere derrotar a Trump. Para que entendamos el nivel de sesgo de la prensa podemos leer el artículo de InTheseTimes que muestra cómo, tras la clara victoria de Nevada, Bernie fue cubierto por la prensa de manera más negativa que positiva, y todo esto tras una victoria.
Cuando se
producen los eventos del Lunes Sangriento el establishment mediático consigue,
a través del impulso generado con la forma en la que la victoria de Carolina
del Sur fue cubierta y la serie de endorsamientos que ocurren ese día, que
Biden pase a ser percibido como el más capaz de derrotar a Trump. Teniendo en
cuenta que este es el centro de la disputa en estas primarias, se puede ver la
importancia de este efecto. Poco importa que el que estuviera movilizando a los
jóvenes, a nuevos votantes e independientes, todos grupos sociales esenciales
para ganar las elecciones presidenciales, fuera por una gran diferencia Sanders
(lo que es mucho mejor argumento del que existe para Biden que es básicamente
porque la prensa lo dice), lo que importa al establishment mediático es evitar
que Sanders sea candidato. La confianza construida por sus ataques a Trump en
estos últimos 4 años les han colocado en una situación en la que pueden dirigir
el debate y convencer a amplios sectores del electorado demócrata sin ser
percibidos como gente sesgada por la mayoría electoral demócrata.
Además,
en medio de la campaña aparecen alegaciones de que en los 90 Tara Reade, que
trabajo en el gabinete de Joe Biden, fue agredida sexualmente por él. Teniendo
en cuenta que ya varias mujeres han dicho en público que fueron incomodadas por
abrazos, olisqueos o palabras fuera de lugar por el veterano político,
sorprende que durante la campaña ninguna pregunta fuera hecha a Joe Biden sobre
este caso que es como mínimo un caso al que merece la pena informar. Sobretodo
sorprende de una prensa que durante varios años ha hablado de cualquier
alegación de asalto sexual hecha sobre Trump de manera extensa, y que ha tomado
la bandera del MeToo con mucha fuerza. Demuestra también el feminismo de
postureo de algunas periodistas que parecen decir con este comportamiento
(cambiando ligeramente la frase de Roosevelt sobre Somoza), ‘Es un agresor
sexual, pero es nuestro agresor sexual’.
A diferencia de Trump, que a pesar de ser atacado viciosamente por la prensa contaba con el apoyo de una cadena entera como Fox News, Bernie cuenta con apenas unos pocos apoyos (como Krystal Ball) en televisión. Ninguno es el centro de una cadena televisiva pues no pasan de apariciones esporádicas. Además, Bernie nunca ha tenido la capacidad de atacar viciosamente a sus enemigos en la prensa, siendo una persona mucho más educada y calmada que Trump incluso cuando está prensa le está tratando con una falta total de respeto (como en esta entrevista en ‘The View’). Los apoyos mediáticos de Bernie se encuentran sobre todo en la prensa alternativa de izquierdas que le apoya en bloque. En cierta forma estas elecciones no son solo una pelea entre el establishment político y los movimientos sociales que llevan tiempo formándose en USA, es también una pelea entre el establishment mediático y una creciente prensa alternativa de izquierdas localizada en internet, que apoya en bloque a Bernie.
La prensa alternativa: Una izquierda centrada en políticas
A
diferencia del relato vendido en la prensa de que Bernie es el líder de un
culto, la prensa alternativa de izquierda apoya a Bernie por las políticas que
defiende. Esto queda claro en gran medida tras el endorsamiento de Bernie a
Biden, el cual ha llegado sorprendentemente sin que Bernie parezca extraer nada
a cambio. Kyle Kulinsky, Krystal Ball y otras voces defienden sin embargo que
si Biden quiere que la izquierda le vote debe hacer concesiones. Si de verdad
Bernie fuese el líder de un culto la mayoría de estos opinólogos estarían
pidiendo ahora el voto para Joe Biden. Lo que vemos es que ocurre algo bien
distinto, y que este grupo mediático que apoya a Bernie está interesado en sus políticas
y no tanto en la figura de Bernie. Por desgracia este grupo mediático tiene dos
defectos que han limitado su impacto en estas elecciones.
El
primer defecto es que este grupo mediático está en internet y no en la
televisión. A pesar del alto nivel de influencia que tienen entre la gente
joven, no mucha gente de más de 30 años ve videos en YouTube o en otras
plataformas. Por desgracia la participación en las elecciones estadunidenses se
encuentra principalmente en los grupos de edad más altos. Estos grupos además
han votado en estas primarias desproporcionalmente comparado con otras
elecciones. Al otro lado, la subida de participación entre jóvenes e
independientes ha subido, pero no en una cantidad capaz de afectar al resultado
final de las elecciones, lo que ha tenido un efecto devastador para la
candidatura de Sanders. La limitada capacidad de influenciar las elecciones de
esta prensa alternativa se ve claramente en estas primarias donde Bernie ha
ganado claramente entre los grupos de edad menores de 45 años incluso en
estados en los que ha perdido claramente contra Biden.
El segundo defecto es el formato de la mayoría de estos programas. Secular Talk, The Humanist Report, entre otros, se centran en reaccionar a noticias de la prensa generalista o a aquello que es tendencia en Twitter. Tienen un formato reactivo ante unos relatos que ya han sido construidos por otros, no dirigen el relato, reaccionan ante él. Está claro que no son noticiarios clásicos que puedan contar con reporteros que construyan unas noticias sobre las que construir una interpretación de la realidad. Esto dificulta enormemente que estos formatos dirijan el relato y no reaccionen ante él. En estas elecciones este hecho se ha visto claramente con unas elecciones que se han centrado en la capacidad de los candidatos de ganar las elecciones y no en las políticas que esta media hubiera preferido que fuesen el centro del debate. Algunos programas como ‘The Young Turks’, o ‘The Rising’ en ‘The Hill’ sí que son noticiarios más clásicos, pero en estas elecciones ha quedado claro que no tienen la capacidad para afectar la conducta de los sectores de más edad de la población, al menos de momento.
También es importante resaltar que, a pesar de la enorme capacidad de organización de Sanders, su comprensión del marketing político y el poder es bastante mala. Sabiendo quienes eran sus apoyos mediáticos, Sanders debería haber sido más agresivo con la prensa que se colocaba como su enemiga y haber hablado en directo de aquellos canales de YouTube e internet, que le apoyaban como una manera de conseguirles más notoriedad.
También
es importante resaltar que, a pesar de la enorme capacidad de organización de
Sanders, su comprensión del marketing político y el poder es bastante malo.
Sabiendo quienes eran sus apoyos mediáticos, Sanders debería haber sido más
agresivo con la prensa que se colocaba como su enemiga y haber hablado en directo
de aquellos canales de YouTube e internet, que le apoyaban como una manera de
conseguirles más notoriedad. Pero Bernie es alguien demasiado amable y bueno
para entrar en calculaciones maquiavélicas, y atacar a quien haga falta para
conseguir sus objetivos. Esto podría sorprender a algunos que, informándose por
la prensa tradicional americana, pensaran que Bernie está siempre enfadado y
que sus votantes son hombres blancos agresivos, pero esto forma parte de las
mentiras acumuladas por el establishment mediático de USA en su carrera por
derrotar a Bernie.
La mentira de los Bernie Bros y la ingenuidad y testarudez de Sanders
El
establishment mediático estadounidense construyó en 2016 una caricatura de
Sanders y sus seguidores. La idea es que la mayoría eran hombres blancos que
atacaban en las redes sociales viciosamente a cualquier que se opusiera a sus
ideas. Vendieron la idea de que Sanders era también alguien desagradable y que
atacaba de manera maleducada y fuera de lugar a cualquiera que se le opusiera.
La idea era, de una manera obvia y ridícula, trazar un paralelismo entre Trump
y Sanders mostrándolos como líderes similares, y descalificar a los seguidores
de Bernie con el objetivo de invisibilizarlos. Además, también se pretendía
conectar con un feminismo cultural suburbano alejándolo de la campaña de
Bernie, mostrando falsamente a los votantes de Sanders como machos agresivos,
blancos y heterosexuales. Sin embargo, la campaña de Bernie acumuló en apenas
una semana más de 3 millones de dólares para distintas causas en mitad de la
crisis de coronavirus. De hecho hay datos que demuestran que los Bernie Bros no
son más que una
burda invención de la prensa y que en 2016 los más agresivos en twitter
entre los demócratas eran aquellos que apoyaban a Hillary. También hay que
recordar que la base de apoyo de Sanders ha sido en estas elecciones la más
multirracial y multigeneracional de todos los candidatos. Si tenemos en cuenta
que la capacidad económica de los que apoyan a Sanders es de media menor que
los otros candidatos podemos afirmar que los Bernie Bros no son más que una
falsa caricatura que intenta invisibilizar una verdad: la solidaridad popular que
esconde la base de apoyo de los votantes de Sanders proviene de una mayoría de
clase obrera o universitaria.
En unos minutos en internet podemos ver también que Bernie es lo opuesto a la caricatura que han pintado de él. En 2016 se negó a atacar a Hillary por sus emails y los de su campaña, prefirió hablar de políticas que hacer unos ataques personales que probablemente hubieran beneficiado terriblemente a su campaña que, a pesar del relato vendido, estuvo bastante cerca de ganar a Hillary. Además, en esta campaña se ha negado a atacar la corrupción de su amigo Joe Biden que ha utilizado sus influencias cuando era vicepresidente para conseguir contratos para su hijo Hunter en Ucrania y China. Tampoco ha atacado la capacidad cognitiva claramente deteriorada de un candidato que está sino en demencia senil, muy cerca de estarlo. Finalmente, no ha atacado las constantes mentiras y cambios de ideas del ex vicepresidente ni ha utilizado las alegaciones de agresión sexual de Tara Reade.
En
2016 los e-mails de Hillary sí serían utilizados viciosamente por Trump, que
tampoco tuvo problemas en hablar con mujeres que habían acusado en el pasado al
marido de Hillary de asalto sexual y hacer una rueda de prensa con ellas.
Además, la campaña de Trump en este ciclo electoral ya ha empezado a atacar
viciosamente la capacidad cognitiva de Joe, sus contactos con China, y sus mentiras.
Por dejar claro que esto no es un elemento único a Donald Trump, también Barack
Obama atacó de manera rabiosa a Hillary en las primarias de 2008 asegurando que
no era de fiar, y que era parte del establishment (hay que recordar que Barack
Obama hizo una campaña contra el establishment democrático), y que votarla era
darle un cheque en blanco a alguien que después nadie podría asegurar que haría.
Teniendo
en cuenta que, una vez abandonada la campaña, los miembros de su equipo sí
atacan a Joe Biden y aseguran que pidieron a Bernie que hiciera lo mismo, fue
él quien no fue capaz de hacer los ajustes necesarios para ganar. Esto se debe
a un excesivo afecto por Joe, al que considera su amigo, y su ingenuidad,
extraña en un político de su carrera y talla política. Esta ingenuidad se
demuestra en que al parecer está agradecido por la neutralidad de Barack Obama,
el que ha sido el gran culpable de su derrota en estas primarias. Muestran a un
senador que es en esencia una buena persona, y también bastante testarudo, y
que por desgracia no está dispuesto a rebajarse a un juego político que tenía
que jugar para ganar estas elecciones.
Todo
esto demuestra que, a pesar de su integridad y persistencia, de su enorme
capacidad de convicción, Sanders no ha comprendido el segundo momento de la
hegemonía, ese momento de asalto al poder político y las dinámicas que lo
dirigen en Estados Unidos. Más allá de la capacidad de presionar desde el
exterior del sistema de partidos (como demuestra el movimiento de Martin Luther
King o el movimiento antiguerra de Vietnam), en un país de dos partidos
políticos la única manera de hacer grandes cambios políticos pasa por convertir
el partido demócrata en el partido de la clase obrera una vez más, y alejarlo
de sus actuales postulados neoliberales. Sanders si comprendió esto entrando a
ser parte del liderazgo demócrata a pesar de ser un senador independiente (uno
de los pocos del Senado de USA) e intentar ser el candidato demócrata a la
presidencia en dos ocasiones. Sin embargo, y teniendo en cuenta que la política
representacional tiene mucho que ver con la percepción del electorado de sus
líderes, las primarias demócratas no solo necesitan de convencer que se es el
mejor candidato sino en la misma medida que los rivales son peores candidatos
que tú. Se trata muchas veces no de tener las mejores medidas políticas, sino
también la capacidad de atacar a tus adversarios colocándolos ya sea como
corruptos, incapaces o mentirosos. Además, en unas elecciones centradas en la
capacidad de los candidatos de derrotar a Trump, Sanders llegó a decir en mitad
de un debate que Joe también podría vencer a Trump, siendo también incapaz de
trazar un paralelismo entre Biden y Hillary que hubiese reforzado el argumento
de que Joe no podía vencer a Trump. Hay que recordar que en
estas elecciones en todos los estados que han votado hasta el momento, las
ideas de Sanders son mayoritarias entre el electorado demócrata, pero los
votantes han percibido a Joe Biden como más capaz de derrotar a Trump, lo que
ha hecho que tenga más apoyo que Bernie, por lo que no trazar este paralelismo
y alegar que Biden podría ganar las elecciones han sido errores fatales. La
bondad e ingenuidad de Sanders, unido a su afecto por Joe han acabado siendo el
mayor escollo para vencer.
Nunca fue sobre él, siempre fue sobre los estadounidenses: ¿Hay esperanza para la izquierda en USA?
A lo largo de los 40 años de su carrera política Sanders ha sido
parte de las luchas anti segregacionistas, por un sistema de salud universal,
por el matrimonio homosexual, por la subida del salario mínimo, o contra la
guerra de Irak. Se ha posicionado en todos estos temas mucho antes de que
fueran temas populares entre las mayorías estadunidenses, y lo ha hecho más
adelante en la casa de representantes o en el senado en contra de los
demócratas y republicana aislándose y atacando a sus capacidades para alcanzar
mayores cotas de poder. Bernie estuvo 40 años poniéndose del lado de una clase
obrera multirracial que a lo largo de su carrera iba quedando huérfana de
representación con el giro del partido demócrata hacia un partido neoliberal,
que hoy se distingue de los republicanos meramente por elementos culturales y sociales.
Muestran a un político profundamente empático y bueno, que enfurecido por los
abusos que sus conciudadanos sufrían se levantó y lucho con ellos. Muestran
también a alguien que no cree en la política al uso americana sino en una
política basada en la organización de las clases populares, todo esto ha tenido
mucho que ver con su derrota, pero también con su ascenso a la primera plana
política. El lema de la campaña de Sanders ‘Not me, us’, podría aplicarse a su
carrera política, nunca fue sobre él, siempre fue sobre ayudar a sus
conciudadanos. Algunos estos días en Estados Unidos alegan que hubieses querido
a un Sanders con la actitud de Trump, ¿pero era esto acaso posible? Sanders ha
hecho todo lo dicho antes por una simple razón, porque es lo que era correcto,
lo ha hecho porque viniendo de una familia obrera, comprendía y empatizaba con
el sufrimiento de las mayorías sociales de USA. El factor humano es mucho más
determinante de lo que desde el análisis político e histórico a veces se
admite. Sanders no podría tener la actitud de Trump, era imposible, porque
Sanders es humanamente lo opuesto al multimillonario Donald Trump, es un judío
de ascendencia obrera de Brooklyn, mientras que Trump es un cristiano de
familia multimillonaria.
En estos días en que el movimiento político que se formó en las
campañas de Bernie siente que ha perdido una oportunidad única, que no hay
esperanza, queda claro cuáles son los mayores legados de la carrera de Bernie.
Sanders ha puesto unos temas, como el aumento del salario mínimo, un sistema de
sanidad universal, o el fin de una política internacional intervencionista, en
el centro de la agenda política, temas que hace cuatro años, cuando Bernie
salto al centro de la política americana, eran impensables, siendo defendidos
por unos pocos grupos marginales políticamente. Además de estos dos ciclos
electorales, puede acabar de cristalizarse un movimiento social y político de
una gran fuerza si Nina Turner y otros líderes son efectivos en representar los
intereses de las clases populares americanas. Sanders no creo este movimiento,
sino que puso en contacto a varios grupos políticos y sociales surgidos de la
crisis de 2008 que en torno a su figura se han unificado, pero es imposible
imaginar que, sin él, hubiesen alcanzado alguna cuota de notoriedad.
Está claro que, como dice Kyle Kulinsky, una derrota es una derrota, pero en cierta forma las dos campañas de Sanders han sido un enorme triunfo. La izquierda americana ha puesto en agenda y hecho mainstream temas que eran relevantes solo para ellos, y además se ha terminado de cristalizar un movimiento político capaz de disputar el poder en USA. Otro gran triunfo de Bernie, ha sido crear cientos de otros como él, Sanders ha mostrado que se puede ser Bernie, y llegar a disputar el poder político, que la izquierda estadunidense no necesita de líderes que vendan sus principios a cambios de cuotas de poder, que gente como Alexandra Ocasio-Cortez, pueden alcanzar la presidencia de USA manteniéndose leales a sus principios y que es posible disputar el poder en el partido demócrata con líderes insurgentes que luchen contra el establishment. De la capacidad de este movimiento para terminar de cristalizarse, y del surgimiento de otros Sanders capaces de liderarlo, depende las capacidades político electorales de la izquierda. Pero está claro que las esperanzas para un país más justo, y que no deje a nadie atrás, son hoy mucho más grandes que cuando un político de pelo alborotado, acento neoyorquino y gafas ganaba la alcaldía de Burlington Vermont, en 1981.
Los tiempos de Covid-19 son una chance para
repolitizar el debate sobre los derechos laborales en el país. Hasta antes que
el virus se propagara un grupo de trabajadores y sus demandas pasaban
desapercibidos para la opinión pública. Hoy todos los días a las 8 pm. muchas
personas aplauden para agradecer simbólicamente la labor que vienen realizando
los trabajadores que están en primera línea combatiendo al Coronavirus. Médicos,
enfermeras trabajadoras de limpieza pública, así como trabajadores de
supermercados y trabajadoras domésticas continúan trabajando para no paralizar
servicios esenciales poniendo todos los días su vida en riesgo. ¿Qué nos está
enseñando este contexto sobre estos trabajadores? Por un lado, el Coronavirus
esta poniendo sobre la mesa la importancia y relevancia de ciertos empleos que
son esenciales y que han sido históricamente olvidados por el Estado y por la
ciudadanía. Por otro, el contexto esta visibilizando las condiciones precarias
en las cuales estos trabajadores tienen que desarrollar sus actividades.
La inversión estatal y la conflictividad laboral en el
sector salud durante los últimos años nos demuestra el desinterés de los
gobiernos de turno por mejorar las condiciones materiales, económicas y
laborales de médicos y enfermeras. El Estado peruano invierte en salud menos en
comparación con los países de la Alianza del Pacifico y de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico. Esta no es ninguna novedad. En
noviembre de 2018, la Federación Medica Peruana, cumplía un paro de 48 horas
exigiendo el aumento del presupuesto en el sector. Además, denunciaban que existía
desabastecimiento de insumos en el SIS y falta de equipamiento en los
hospitales. En el caso de las enfermeras, la Federación de Enfermeras viene
realizando huelgas ininterrumpidamente los últimos 4 años exigiendo mejores
condiciones salariales y laborales. Este año anunciaron un paro en plena crisis
del Coronavirus por no contar con las medidas de seguridad para afrontar una
pandemia y hace dos días se ha denunciado que enfermeros y médicos contratados
como terceros no cuentan con el seguro de vida anunciado por el gobierno.
El caso de las obreras de limpieza publica de la Municipalidad
de Lima es problemático también. En 2018, el Poder Judicial ratificó el fallo
para que 709 obreras de limpieza de la Municipalidad sean reincorporadas a
planilla. A pesar de esto, dos gestiones han hecho caso omiso, incluida la
actual gestión de Jorge Muñoz, quien en plena crisis sanitaria ha convocado a
licitación de los servicios de limpieza pública. Ante esto el sindicato ha
denunciado que la entrada de una nueva empresa pone en riesgo la continuidad de
los trabajadores de limpieza ya que no hay ninguna obligación para renovar sus
contratos. Así, en plena crisis del Covid-19 se pone en riesgo la continuidad
del empleo del grupo de trabajadores que expone su vida diariamente.
La evidencia demuestra que los trabajadores vienen
reclamando el fortalecimiento de sus sectores durante varios años sin mayor éxito y sin ningún tipo de respaldo por
parte de los gobiernos de turno. Esto es consecuencia y muestra de la crisis y
debilidad de los sindicatos en el país, con poca capacidad de negociación colectiva
y constreñidos e incapaces de plantear discusiones políticas sobre la agenda
laboral.
A pesar de ello, la actual crisis sanitaria puede ser
una oportunidad para favorecer los derechos laborales e incrementar las
condiciones salariales de estos trabajadores en el futuro. El reconocimiento por
parte de la ciudadanía y del gobierno de “lo esencial” que resultan ciertos trabajos
puede cambiar la estructura de oportunidades para los sindicatos de ambos
sectores y las centrales sindicales. Así, este contexto debe ser aprovechado
por los sindicatos para encuadrar y configurar sus estrategias a partir de este
reconocimiento y la visibilización de las condiciones precarias en las cuales
han venido desarrollándose. Específicamente, con esto me refiero a replantear
las estrategias de lucha y presión con discursos políticos que recojan la
experiencia vivida durante el Covid-19, resaltando la importancia de derechos y
condiciones laborales para los que hoy son llamados “héroes” y “heroínas”.
Estas estrategias y discursos pueden tener en la opinión pública a un
interlocutor diferente, con una apertura y sensibilidad distinta respecto al
valor del trabajo realizado post-Coronavirus. Esto puede resultar crucial para
revertir un contexto que se ha caracterizado por la deslegitimación de las
organizaciones sindicales.
Al mismo tiempo, las elecciones presidenciales y congresales del próximo año son una oportunidad para colocar demandas laborales en la agenda de discusión política. El Covid-19 esta exponiendo alrededor de todo el mundo que ciertos trabajadores son fundamentales creando una oportunidad para defender sus derechos y mejorar sus condiciones laborales aprovechando que están en el centro de atención. En el Perú esto no sucederá por la voluntad política del actual gobierno, lo sucedido con la “suspensión perfecta de labores” es muestra de esto, por lo que los actores sindicales serán cruciales en la pugna política post-Covid19 para reconfigurar los sentidos comunes en materia laboral. La pregunta que queda abierta es quién(es) y cómo recogerán el malestar y la precariedad de los trabajadores en sus propuestas y consignas. ¿La izquierda y sus candidatos (o quizás un candidato progresista) estarán en la capacidad de construir un populismo de izquierda que incluya las demandas laborales de los trabajadores formales e informales? ¿Pondrán construir un clivaje que diferencie entre los “ricos” que están sacando provecho económico de la crisis y los trabajadores de distintos sectores que están exponiendo su vida o están cargando con los costos económicos de la pandemia?
Por otro lado, la crisis del Covid-19 es una
oportunidad para repensar la transformación del trabajo futuro. Nos encontramos
en un contexto en donde el sentido común parece inclinarse a pensar la
transformación de las formas de trabajo hacia el trabajo remoto y privado, así
como hacia la automatización de muchos empleos. A nivel global, el actual
contexto está demostrando no solo que existen ciertos empleos esenciales que no
podrán ser reemplazados o automatizados, sino que hay una demanda por servicios
esenciales de carácter público como la salud. Esto está guiando debates sobre
si se debe transformar y mejorar sistemas de salud privados como el de los
Estados Unidos o sistemas públicos pero precarios como el de Perú. A nivel
laboral, la crisis está visibilizando que en ciertos sectores públicos y,
incluso privados, el trabajo no puede ser remoto. El caso del trabajo del
cuidado, donde podemos incluir a enfermeras, cuidadoras y trabajadoras del
hogar, es fundamental y difícilmente será reemplazado. Este trabajo
reproductivo es pieza clave para que otros, más “privilegiados”, continúen
desarrollando su empleo remoto. En ese sentido, en un contexto donde ciertos
servicios y trabajadores públicos, así como privados, se vuelven fundamentales,
es crucial el fortalecimiento de las organizaciones sindicales que ya existen
en estos sectores, pero que no han tenido mayor visibilidad en los últimos
años. La CGTP y otras centrales sindicales deberán prestar mayor atención a
estos sindicatos que no forman parte de sus bases sindicales tradicionales y
trabajar en coordinación con estos para construir una agenda laboral que
aproveche la nueva estructura de oportunidad.
Finalmente, lo importante es que cuando todo esto pase, médicos, enfermeras, obreras de limpieza pública, así como choferes, cuidadoras, trabajadoras domésticas y cajeras de supermercados deben ser reconocidas no solo con aplausos sino con políticas laborales que mejoren sus salarios y brinden condiciones de trabajo dignas. Los aplausos deben convertirse, así, en un acompañamiento constante a sus demandas concretas: mejor infraestructura, mejores sueldos, mejor seguridad laboral y beneficios sociales.
Juan Velasco Alvarado y el sesquicentenario de 1971: Otro ensayo de refundación republicana
El sesquicentenario de la independencia
halló en el poder y el control de Estado al Gobierno Revolucionario de las
Fuerzas Armadas. La cercanía de tal experiencia puede nublar cualquier
modalidad de reflexión o de balance. Pero ello mismo es una seña de la potente
huella histórica que dejó el velasquismo. Medio siglo es poco para olvidar
fenómenos sociales traumáticos. Peor aún si se atentó contra las gollerías de
una clase propietaria parasitaria, obcecada en su convencimiento de expoliación
y exterminio de las mayorías nacionales.
Beneficiarios y agraviados convienen en
admitir que la primera fase del régimen militar implicó profundos cambios en la
estructura de la sociedad, el Estado y las sensibilidades culturales. Desde el
inicio se sucedieron una serie de medidas y acciones que pusieron en vilo a las
diferentes facciones de las clases propietarias, como también generaron una
expectativa sin precedentes entre las mayorías sociales. Los dominados y
explotados, en el campo y las ciudades.
Expropiaciones de importantes centros
de producción, nacionalizaciones de sectores claves de la economía; como la
puesta en vigencia de una atrevida agenda de reforma social, no dejó de
entusiasmar aún a los que sostenían posiciones radicales. El velasquismo puso
en jaque a personalidades lúcidas del aprismo y del movimiento comunista
peruano. Muchos de ellos se comprometieron con el régimen.
Previamente y antes que los militares
tomaran el poder, en el amplio campo de la izquierda, los movimientos de masas
y el sindicalismo, lo que sobrevino fue una fragmentación ideológica que aún
aguarda explicaciones de sentido histórico convincentes. Entonces, todas las
formas de organización y aparatos políticos de izquierda
contemplaban a la lucha armada como una vía legítima y necesaria. Heraud,
Blanco, Béjar, Lobatón, Chan, De La Puente y sus camaradas hacen parte de esa
tendencia. Para todos estos revolucionarios, les era claro que el Perú debía
ser revolucionado… independizado.
Esos militares reformistas, en muchos
sentidos, desamortizaron profundas tendencias de emancipación revolucionarias
que el sistema de dominación precapitalista prevaleciente venía acumulando con
método. El velasquismo canceló a medias aquel oprobioso sistema de dominación
oligárquico intacto en las regiones andinas más atrasadas. A este respecto,
existe el consenso de que la Reforma Agraria que se implementó, fue una
de las más radicales, no solo en el continente. Hizo que el Estado ejerciera,
por primera vez, su dominio territorial en un país donde prevalecían formas de
soberanía locales y regionales, que desafiaban con descaro los textos y la
verborrea constitucional. La narrativa indigenista de Arguedas, Alegría,
López Albújar y Scorza retratan justamente ese mundo.
Para Velasco y sus generales, esta era
la segunda y verdadera independencia. Fieles herederos del primer
militarismo peruano, aquel cuya legitimidad estaba fundada en las guerras por
la independencia. Velasco y sus camaradas nunca pusieron en tela de juicio
sobre el carácter revolucionario y emancipador del proceso que
conducían.
Tal experiencia de poder, muy pronto
reparó que debía construir un aparato de movilización de masas que
cumpliera el doble objetivo de poner en movimiento una pedagogía política para
explicar la naturaleza del régimen; y sobre todo levantar un imaginario que
lograra establecer niveles de empatía entre los cambios que se realizaban, y le
diera un sustento histórico a tales realizaciones.
Por primera vez en la historia, el
Estado peruano conducido por militares reformistas y asesorado por un
variopinto grupo de intelectuales, convenía en la necesidad de construir una
narrativa histórica e ideológica que lograra movilizar a las masas y crear un
consenso activo. Pero, sobre todo, se trataba que esa narrativa fuera asumida
como propia por los beneficiarios de las reformas. La experiencia de SINAMOS
fue a este respecto una iniciativa limite e incompleta al mismo tiempo.
Había que congregar alrededor de una figura
histórica y de un concepto ideológico, todo el compacto doctrinario que
el régimen había puesto en movimiento. Esas masas que aclamaban cada gesto de
los generales, precisaban reconocerse en un icono histórico que les fuera
familiar. Debía reunir las señas del martirio, la épica y la audacia
revolucionaria. Muy pronto, casi como la prolongación de lo obvio, ese vacío
fue copado por Túpac Amaru II. El rebelde cacique mestizo que puso en vilo a
todo el continente y desencadenó el movimiento social armado emancipador
más violento que se recuerde en estas tierras.
Por encima de la historiografía y la
académica sobre la naturaleza de la gesta de José Gabriel, su figura fue
asociada desde el poder y sus aparatos de propaganda, como el prócer epónimo
justamente de la independencia. Si bien había sido derrotado, ello precisamente
daba pábulo y justificaba su prolongación. Ahora bajo el liderazgo de militares
que incorporaban el componente indígena como matriz histórica en la identidad
de una nación que estaba por edificarse. Entonces el quechua fue declarado
idioma oficial de la república. A veces los gestos proyectan las entrañas de
sus gestores.
El poderoso faro ideológico que Túpac
Amaru II proyectó sobre el país aún está en curso. La instrumentalización de
que fue objeto durante el velasquismo ha quedado honda y profusamente
sedimentada en las mentalidades colectivas. Que un aparato político
militarizado haya tomado su nombre para alzarse en armas durante la reciente
guerra civil, dice mucho sobre el amplio y peligroso abanico que sugiere su
figura. El imaginario plástico y estético que congrega aquel que nunca delató a
sus aliados, puede ser difuso o un compacto ideológico al mismo tiempo. En
todos los casos depende del sujeto político o social que lo invoca. Sin
embargo, tal fenómeno sería impensable fuera del contexto del sesquicentenario,
y del autonombrado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas.
No existe ninguna duda que el Perú
antes y después de Velasco no era ni podía ser el mismo país. Ese Perú
hirviente que dio lugar a una obra límite como El zorro de arriba y el
zorro de abajo de Arguedas, retrata a esa encrucijada histórica.
Coyunturas donde se definen tendencias de largo plazo. Que también vio emerger
a una atrevida reflexión sobre la fe, en los liminares discursos del sacerdote
limeño Gustavo Gutiérrez en Chimbote. Y luego capitalizados en la Teología
de la Liberación, que tanto arraigo e influencia ejerciera sobre vastas
comunidades de cristianos comprometidos con la opción preferencial de
los pobres, una doctrina que subyace en su heterodoxa lectura
neotestamentaria.
Para lo que aquí interesa destacar
sobre el sesquicentenario, el régimen de Velasco llevó adelante el más
ambicioso proyecto estatal de recopilación y publicación de fuentes
documentales directas sobre la guerra de la independencia. Esa Colección
Documental, que sobrepasa el centenar de volúmenes, constituye un hito
historiográfico sin precedentes. Resulta paradójico que la comisión reunida
para realizar tremendo desafío, haya congregado a historiadores de diversa
procedencia social y de sensibilidades historiográficas e ideológicas dispares. Las
comisiones que se instalaron, las temáticas que fueron objeto de
consideraciones metodológicas, los criterios para movilizar recursos humanos y
materiales, así como las discrepancias en torno a la estructura general del
proyecto, aún aguardan interpretaciones de toda índole. Que den cuenta y
expliquen semejante experiencia historiográfica.
No hay duda que tal experiencia de
organizar las bases documentales para un relato referido a una
coyuntura, solo pudo ser posible en el escenario político y social efervescente
creado por el velasquismo. Ni los encopetados historiadores conservadores de la
época se atrevieron a bajar la guardia. La época del sesquicentenario, se ubica
en una coyuntura mundial de mudanzas epistemológicas que apostaban por reformar
y revolucionar las palabras y las cosas. Las sociedades y los Estados. En suma,
refundar la coexistencia humana sobre la base de viejos ideales y aspiraciones.
La solidaridad, la libertad y la igualdad. Estaban ahí muy frescas las guerras
de descolonización en África y Asia, el Mayo Francés, la guerra fría y el
enconado enfrentamiento entre socialismo y capitalismo. Y por si fuera poco, la
enorme ola carismática de los barbudos revolucionarios cubanos y la figura del
Che Guevara, como paradigma del hombre nuevo.
La Colección Documental de la
Independencia, constituye el repositorio más rico y prolífico que se haya
organizado sobre un periodo. Y lo más destacable. Esa obra fue auspiciada,
financiada y asumida como política de Estado por un régimen y como parte de un
proyecto de sociedad alternativo. Aunque luego frustrado por la
contrarrevolución que puso al garete del régimen, a un general dipsómano. A
quién Basadre no dudó en endilgarle el epíteto que encajaba con su talante. Un
felón. Comprometido con crímenes de Estado y Lesa Humanidad, durante el
oprobioso periodo de las criminales dictaduras militares en Chile, Argentina,
Uruguay y Brasil.
Manuel Pardo, Augusto B. Leguía y Juan
Velasco Alvarado no son simples referencias biográficas que habitan la memoria
de los peruanos. Interesa una evocación desapasionada del tiempo social que
experimentaron. La riqueza cualitativa de la evocación histórica,
consiste en la depuración del sujeto que busca en lo acontecido, aquello que
puede potenciar un pensamiento situado. Cimentar un pacto social
horizontal entre ciudadanos. Este es un país que merece un destino menos oprobioso.
Tanta infamia, injuria y desprecio de parte de los elegidos en las urnas, que
se burlan una y otra vez, con temeridad, ante la indignación de una nación
impaciente. Y el conocimiento y la memoria histórica pueden adquirir en
estas coyunturas, un aura de epopeya y de compromiso ético. Una
epifanía.
La historia, como disciplina y
como experiencia remite a la memoria sin duda. Pero entre memoria e historia
existe un extenso trecho salpicado de lodo y fango. Son las imágenes que se van
desperdigando sobre un país agotado. Son imágenes construidas desde el poder
para aplacar las furias étnicas y las iras sociales. Como también pueden ser
las fuerzas vivas de la sociedad que en un arrebato de dignidad, resuelven de
una vez por todas y para siempre tanta infamia. Saldar las cuentas con el
pasado y vivir con dignidad. Para poder amar libremente. ¿Una utopía social
para un país al borde del abismo?
FUGA
En los umbrales del Bicentenario, el
país ha ingresado a un recodo peligroso y esperanzador al mismo tiempo.
Urge un balance desde los intereses de las mayorías sociales que hacen parte
estratégica de un país muy antiguo y diverso. Desde los intereses, necesidades
y demandas de los que producen riqueza. Dejar a un lado la indiferencia y
perder temor a la autonomía que es sobre las que se fundan las jerarquías
sociales. Urge recuperar lo mejor de nuestra tradición republicana. Aquí aún no
ha existido ninguna experiencia de poder socialista. Entre Pardo, Leguía
y Velasco, esas mayorías urbanas y rurales han trazado un horizonte de
expectativas. Existe ahí un aprendizaje cualitativo. Demandan la elaboración no
de una, sino de múltiples narrativas que den cuenta de sus logros y
realizaciones. De sus extravíos, su ingenuidad, como también de sus símbolos y emblemas
que los identifican. La enorme ola de esperanza y producción de conocimiento
histórico social generada por la generación de Alberto Flores Galindo y Carlos
Iván Degregori, está a la espera de interlocutores estratégicos. Discrepar es
una forma de aproximarse dijo uno de ellos. Perder temor al futuro.
Terrenalizar el horizonte utópico. Ensayar todas las vías que pueden conducir a
la gestación de una gran épica republicana.
Interesa establecer coordenadas
hermenéuticas básicas para escrutar y resolver los nudos de poder en la
historia republicana. Hallar un centro requiere identificar regularidades y
tendencias. Por ejemplo, recordar que luego de Pardo sobrevino la catástrofe de
la Guerra del Pacífico y sus secuelas que aún hoy perturban a los peruanos.
Recordar que a Leguía le siguió la guerra civil de 1932. Rememorar que al
concluir la experiencia reformista del velasquismo, en 1980, se inició otra
guerra civil cuyas cenizas aún están hirviendo en la subjetividad nacional y el
proceso político en curso. No son leyes históricas. Pero en la reiteración del
fenómeno existe una tendencia. ¿Es el destino desgraciado de un país que tiene
atracción a los abismos? ¿Una fatalidad? No necesariamente. El Bicentenario no
es una cábala. Se requiere exorcizar a esos tigres de papel que actúan
impunemente y a hurtadillas.
En realidad, uno, cualquier peruano,
puede tomar un elemento o vestigio de la trayectoria republicana, y a partir de
ello, verificar manifestaciones múltiples de frustración social y de
hastío ideológico. Desde 1980 en adelante, se ha puesto en movimiento un
periodo cuyo desenlace está muy próximo. ¿El país está preparado para
contemplar el final de una época cargada de frustración moral, de enconos étnicos
y sociales irresueltos?
[1] Historiador UNMSM. Esta es la última parte de un texto cuyo inicio puede ser leído aquí. La segunda parte está aquí.
Hoy se cumplen 90 años desde que José Carlos Mariátegui,
el primer marxista de América Latina, dejó de existir físicamente. Especialmente
desde 1980, una gran cantidad de perspectivas, debates y polémicas han surgido
en torno a su obra y vida. ¿A qué se debe la perduración de Mariátegui? Aníbal
Quijano sugiere que es por su capacidad latinoamericana de producir, en todas
las épocas históricas, nuevos sentidos sobre el mundo. En Octubre de este 2020,
por ejemplo, se celebrará en nuestro país el Simposio Internacional “El
Pensamiento de Mariátegui en la Escena Contemporánea Siglo XXI. Diálogos
Críticos desde el Sur”, organizado por la catedra José Carlos Mariátegui.
Los eventos en torno a Mariátegui son
importantes porque es una forma de reflexión militante que lamentablemente ha
perdido vigencia, aunque con excepciones, en nuestro medio en los últimos años.
Por ello, como parte de nuestro compromiso con un legado que nos inspira, les
compartimos con permiso del autor el siguiente texto de Francis Guibal titulado
“Mariátegui, ¿un gramsci peruano”. Un artículo publicado en el libro “Gramsci,
filosofía, política y cultura” (Lima: Tarea, 1981) del mismo autor. Guibal,
quien es especialista en Mariátegui y Gramsci, nos motiva a una lectura
conjunta de ambos autores a partir de sus significativas coincidencias en
cuatro planos: a) vida y obras paralelas, b) marxismo revolucionario, c) vías
nacionales y d) política y cultura. En suma, una manera común y original de
reflexionar y practicar la revolución que aún hoy nos interpela.
Mariátegui, ¿un
gramsci peruano?
La obra de J.C. Mariátegui no nos proporciona sino escasas referencias a la personalidad y al pensamiento de A. Gramsci, a quien conoció y admiró como dirigente político, pero no como creador intelectual[1]. Entre ambos pues, no se puede hablar de “influencia directa”[2], aunque sí de coincidencias numerosas y significativas; de tal suerte que resulta siempre provechosa leer y comprender a Mariátegui a partir de enfoques gramscianos al mismo tiempo que el conocimiento del Amauta puede ayudarnos a percibir mejor la vigencia y la fecundidad de los planteamientos de la filosofía de la praxis. Nos conformaremos aquí con señalar las convergencias que nos parecen más sugerentes entre esos dos gigantes de la lucha y del pensamiento revolucionario[3].
A) Vidas y obras paralelas
Vidas eminentemente breves pero llenas de
intensidad y fecundidad, personalidades “agónicas” que se entregan a las luchas
socio-históricas con una pasión casi “mística”, he aquí el primer rasgo común
que llama la atención: Mariátegui, al igual que Gramsci, nos recuerda en eso
que el llamado “factor subjetivo” es
también de importancia decisiva y no puede ser pasado por alto cuando el
socialismo y la revolución no constituyen simplemente hechos o siquiera ideas,
sino empresas que requieren de hombres íntegros, decididos a dar y consumir su
vida por sus convicciones.
Más concretamente, se puede notar que los dos
hombres, pertenecientes a familias sencillas (aunque no directamente
proletarias), se educan en un ambiente austero y marcado por los problemas de
la pobreza. Siempre atraídos por la
labor intelectual y excepcionalmente dotados para ella, se ven obligados por la
dura necesidad a dedicarse desde muy jóvenes a un trabajo manual que les
permita contribuir a la subsistencia familiar. Y ambos, a lo largo de toda su
vida, tendrán que vérselas sin cesar con una s. salud muy precaria y terribles
dolencias físicas; lo cual no hace de ellos “héroes” excepcionales, sino
hombres del pueblo común que hubieron
de trazar su camino y cumplir su destino en medio de las dificultades concretas
que caracterizan para las grandes mayorías este mundo “grande y terrible”.
Tanto Gramsci como Mariátegui llegan a la conciencia
y a la acción política a través de la labor periodística que desempeñan; y eso
va a dar un acento propio, de tono “cultural”,
a su manera de enfocar las luchas populares y de participar en ellas. Son, se
saben y se aceptan (sin mala conciencia alguna) “intelectuales” o “ideólogos”,
pero de un cuño nuevo y revolucionario: rehúsan la “torre de marfil” elitista y
espectadora, no se encierran en los dudosos privilegios de la “casta”
intelectual y tampoco se creen los “portadores” superiores de un “mensaje” o de
una “verdad” que bastaría con comunicar a los demás. Su papel lo comprenden y
lo viven como una simple contribución –imprescindible-
a la auto-formación de las grandes masas a una conciencia histórica crítica y
práctica. Y éste es el proyecto fundamental que marca un sello tan parecido a
las empresas político-culturales que fueron igualmente el “Ordine Nuovo” de
Gramsci y el “Amauta” de Mariátegui.
Asistimos además, en los dos casos, a una
significativa dialéctica entre lo universal y lo particular. Pues, si ambos
anhelan y logran participar en la transformación revolucionaria de su realidad
nacional propia, lo hacen en gran medida a partir de una provisional toma de
distancia que les permite una lucidez mayor en sus enfoques. El rodeo por el extranjero (Rusia 1921-1923 para
Gramsci, Europa 1920-1923 para Mariátegui) no fue para ellos ni simple
paréntesis ni instalación alienante, sino que constituyo la vía más corta para
encontrarse a sí mismos (allí desposaron “a una mujer y algunas ideas”) y a su
propia patria. Como lo decía Mariátegui “por los caminos universales, que tanto
nos reprochan, nos vamos acercando a nosotros mismos”[4];
lo universal de la teoría les sirvió para inventar mejor los caminos concretos
de la acción.
Esta acción concreta tiene evidentemente sus
aspectos científicos distintos según los contextos socio-históricos en los que
se despliega: otro es el mundo europeo e italiano, otra la realidad
latinoamericana y peruana. Sin embargo se puede notar un notable parentesco en
la manera de armar los grandes ejes de una estrategia revolucionaria acorde a
las exigencias de la época: conforme a las enseñanzas de la Tercera
Internacional leninista, Gramsci y Mariátegui orientan todos sus esfuerzos
hacia la construcción de un Frente Único de
izquierda anti-fascista (Gramsci), anti-capitalista y anti-imperialista (Mariátegui
– lo cual va a implicar rupturas dolorosas pero necesarias, sea con las
concesiones reformistas (el PSI y la tendencia Tasca para Gramsci, el Apra para
Mariátegui), sea con el sectarismo ortodoxo (la tendencia Bordiga para Gramsci,
la nueva orientación “izquierdista” de la Tercera Internacional stalinista para
ambos).
Una muerte prematura hará que, en los dos
casos, se quede sin acabar la obra
emprendida. A nivel político, eso iba a dar lugar a desviaciones trágicas:
fieles seguidores de la ortodoxia stalinista, ni el PCI ni el PCP estaban
capacitados para recoger la herencia auténticamente revolucionaria de Gramsci y
Mariátegui; después de haberlos aislado (Gramsci) o severamente criticado (Mariátegui),
se conformarían con tratar de “recuperar” su imagen a fines propios. Pero queda
sin resolver hasta hoy día, el problema de saber cómo continuar, dentro de una fidelidad creadora, el camino abierto
por estos dos pioneros de la revolución.
A nivel cultural, nos encontramos frente a escritos de estilo fragmentario: apuntes, ensayos, polémicas, lejos de cualquier sistema cerrado. Pero, dentro de esta diversidad abierta se da una amplitud de visión y una profundidad de pensamiento tal que abarca y encierra casi todo el campo de lo posible, destacándose especialmente a mi parecer, cuanto toca a la historia y al arte, a la literatura y a la filosofía. Y si me gusta considerar como central este último enfoque, no es solamente por estrechez profesional, sino porque proporciona, a juicio de ambos, una coherencia abierta imprescindible para la acción sensata, pues recoge y relativiza toda la riqueza de lo real comprendiéndolo desde el punto de vista humano y así está destinada “no solo a explicar e iluminar la vida, sino a crearla proporcionándole las metas de una incesante superación”[5]. Sin esta dimensión a la vez reflexiva y crítica-creadora se cae en el “error fundamental” de creer “que todo, absolutamente todo, es reductible a la ciencia y que la Revolución Socialista no necesita filósofos sino técnicos”[6].
B) Marxismo Revolucionario
Si Gramsci y Mariátegui, en circunstancias
históricas, sociales y nacionales, distintas, supieron llevar adelante una
acción también distinta, pero igualmente inventiva y fecunda, eso se debe
probablemente a la “matriz común” que tienen: la “asunción del marxismo
creador” como “filosofía de la praxis”[7].
De hecho, se sabe que Mariátegui, al igual que Gramsci, bebió ávidamente de la
fuente del historicismo italiano,
croceano especialmente. Y eso marcó de manera decisiva a su manera de
comprender a Marx y al marxismo: “Mariátegui leyó a Marx con el filtro del
historicismo italiano y de su polémica contra toda visión trascendental,
evolucionista y fatalista, de las relaciones sociales, característica del
marxismo de la segunda internacional”[8].
Comparte así con Gramsci un rechazo crítico
riguroso a todas las versiones “vulgares” del marxismo, dogmáticas y
metafísicas, positivistas y cientificistas, economistas y mecanicistas, de las
que A. Loria era para ambos un símbolo casi “ejemplar”. Contra estas tendencias
rígidas de una “ortodoxia” reductora y fatalista se trataba de recuperar la
dimensión de la creatividad histórica, de la praxis libre y responsable,
subrayando que “el marxismo, donde se ha mostrado revolucionario –vale decir
donde ha sido marxista- no ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y rígido”[9].
Irreductible a cualquier forma de materialismo
metafísico o contemplativo anterior, el marxismo ha de ser comprendido y vivido
en la autonomía original de su concepción dialéctica: más que un sistema
cerrado, constituye un método vivo tanto
de interpretación teórica como de transformación práctica de la realidad
sociohistorica. Al subrayar este aspecto metodológico –y sin contraponerlo a la
idea más gramsciana de “concepción del mundo”- Mariátegui pone igualmente en el
centro la praxis revolucionaria en la
que se superan concretamente las falsas antinomias, jerárquicas o disyuntivas,
entre la necesidad de las necesidades materiales y la intervención de la
invención espiritual; el marxismo es, para él también, la filosofía de los
hombres vivos, de los individuos socializados tal como viven, actúan y luchan
dentro de la efectividad natural e histórica. Lo cual lleva a destacar los
aspectos vitales, subjetivos y
culturales, de la actividad revolucionaria: “La revolución, más que una idea,
es un sentimiento. Más que un concepto, es una pasión”[10].
La política verdadera no se puede reducir a la fría objetividad de la ciencia,
tiene dimensiones éticas y hasta místicas, pues tiende a impregnar, subvertir y
transformar como una nueva religión la sensibilidad y las costumbres, la manera
de vivir y de actuar de las masas; a la sobriedad realista y a la lucidez
“pesimista” de la inteligencia, sabe añadir dialécticamente el optimismo
heroico de la creación voluntaria luchando por un mundo y una sociedad
distinta.
Este acento típico de la filosofía de la
praxis, que pone énfasis en elementos super-estructurales (vg. Arte, religión,
filosofía, etc.), ha llevado a algunos a afirmar que “Mariátegui intenta sin
éxito conciliar en una especie de sincretismo filosófico una actitud
espiritualista (religiosa) con el Materialismo Histórico”[11];
y nada más lógico para quien identifica la filosofía marxista con un
materialismo dogmático, apenas corregido por algunos rasgos “dialecticos”. Lo
típico, al revés, tanto de Gramsci como de Mariátegui, es que ven la
originalidad propia del marxismo en su autonomía abierta; para ellos hay que comprender históricamente la concepción
marxista, lo cual no es debilitar, sino más bien fortalecer su grandeza
autentica. Así es como el marxismo hereda, continuándolos y superándolos, los
mejores aspectos, ya revolucionarios, del pensamiento burgués progresista
anterior: “El marxismo, como especulación filosófica, toma la obra del
pensamiento capitalista en el punto en que éste, vacilante ante sus extremas
consecuencias, vacilación que corresponde estrictamente, en el orden económico
y político, a una crisis del sistema liberal burgués, renuncia a seguir
adelante y empieza su maniobra de retroceso. Su misión es continuar esta obra”[12].
Y esta capacidad de dialogo abierto y de asimilación creadora sigue (ha de
seguir) caracterizando el pensamiento verdaderamente marxista y revolucionario
en su confrontación con la novedad de
la época y los aportes ambiguos de la cultura “burguesa” dominante. De ahí que
ni Gramsci, ni Mariátegui se conforman con repetir tesis ortodoxas; preocupados
por mantener viva la búsqueda revolucionaria, se interesan tanto por el
“fordismo y el taylorismo”[13]
como por los nuevos rumbos de la ciencia (Freud, Einstein, etc.) y la reflexión
(Croce, Bergson), pues saben que hasta en la filosofía “idealista” o “burguesa”
se pueden encontrar “ideas que vigorizan el pensamiento socialista,
restituyéndolo a su misión revolucionaria”[14].
Para ellos, puede y debe haber un “uso marxista del idealismo”[15]
como del anarquismo (G. Prada), del humanitarismo (R. Rolland) y del
pensamiento “existencial” (Pascal, Nietzsche, Unamuno, etc.); y allí se ve si
el marxismo es y sigue “vivo”, o sea capaz de comprender y criticar, asimilar y
superar los mejores aportes de la vida, de la historia y de la reflexión universal.
La “verdad” del marxismo se prueba así,
conforme a la enseñanza misma de Marx, por su capacidad creativa y práctica, pues “el valor histórico de las ideas se mide
por su poder de principios o impulsos de acción”[16].
De ahí la imposibilidad y el absurdo de querer separar a Marx del marxismo
engendrado por él[17];
tanto para Gramsci como para Mariátegui, se debe recurrir entonces a Lenin como “el restaurador más enérgico
y fecundo del pensamiento marxista”[18],
que ha sabido adecuar la teoría marxista a la transformación monopolista e
imperialista del capitalismo. Pero la referencia a Lenin no es tampoco dogmática:
no se trata de tomar como verdad sagrada cuanto él ha escrito, especialmente a
nivel filosófico, sino de reconocer sus aportes verdaderamente creativos. El
Lenin que interesa a Gramsci y a Mariátegui no es el teórico –discutible- que
sistematizo la filosofía materialista del marxismo, sino el político genial que supo forjar la revolución dentro de
condiciones socio-históricas imprevistas; el que redescubrió, contra la
pasividad reformista de la Segunda Internacional, la esencia práctica y
revolucionaria del marxismo.
Por este tipo de marxismo, dialectico, militante, abierto a todas las facetas de la vida histórica, más todavía que “por su formación italiana, aunque haya sido decisiva, o por su muerte prematura o sus limitaciones físicas” es que la figura de Mariátegui “evoca irresistiblemente la de este gran renovador de la teoría política marxista que fue Antonio Gramsci”[19]. Para los dos lo esencial era contribuir a hacer la revolución, y sabían que, para eso, “la premisa política, intelectual, no es menos indispensable que la premisa económica. No basta la decadencia o el agotamiento del capitalismo. El socialismo no puede ser la consecuencia automática de una bancarrota. Tiene que ser el resultado de un tenaz y esforzado trabajo de ascensión”[20].
C) Vías nacionales
A partir de tal concepción global del marxismo,
la problemática política específica ya no se puede plantear en términos de
“modelos” universales por “aplicar”, sino en términos de caminos (nacionales)
por inventar, trazar y recorrer. Eso ya lo sabía Lenin, que no quería que se
convirtiese a la Revolución rusa en una especie de receta mágica. Y en esta
misma línea trabajaron Gramsci y Mariátegui: esforzándose cada uno por su
cuenta en traducir las leccionistas
leninistas a un lenguaje y a una praxis nacional popular y en esbozar
estrategias adecuadas a sus propias circunstancias nacionales.
Gramsci, como se ha visto, se inspiró en la
política leninista, no para repetirla, sino para elaborar a partir de ella una
forma de lucha más apropiada a los países industriales avanzados. Pero, aún
dentro de este marco general, se preocupó en dibujar la figura especifica de la
revolución para Italia. Destacaba en
particular dos rasgos característicos de la situación italiana y de su “bloque
histórico”: 1) la separación entre el Norte industrial y el Sur rural tal como
dejaba surgir la “cuestión meridional”,
a partir de la explotación del segundo por el primero; 2) la debilidad
histórica de una burguesía atrasada y
pasiva, incapaz de hegemonía nacional progresista. De este análisis se
desprendían las conclusiones estratégicas: 1) le tocaba a la clase obrera
hacerse cargo de la unificación italiana por haberse “convertido en la única
clase nacional”[21]
del conjunto italiano; 2) pero tal tarea liberadora no podía efectuarse sino
logrando constituir un nuevo bloque revolucionario
integrado por los grandes masas oprimidas (campesinas), dirigido por los
obreros organizados y cimentado por los intelectuales progresistas.
Mariátegui había vivido y conocido en Italia
los enfrentamientos entre burguesía y proletariado, había asistido también al
auge del fascismo logrando movilizar y fanatizar a las capas pequeño burguesas
de la población. Pero si bien se había familiarizado así con las luchas de la
Italia industrial del Norte, se había quedado en gran parte ajeno a la problemática específica de la
Italia campesina y meridional con la que hubiera debido normalmente sentirse
más cercano. La lectura de Gobetti y de su estudio sobre el Risorgimiento fue
para él una manera de descubrir esta realidad. Pero fue sobre todo por su
propio contacto con el problema indígena peruano cómo fue llevado a formular
reflexiones muy parecidas a las de
Gramsci; convergencia tanto más significativa cuando no se debe “a lo poco que
pudo leer y aceptar de él” sino al hecho de que “frente a una problemática
cercana tiende a mantener una actitud semejante”[22].
“El marxismo, afirma Mariátegui, en cada país,
en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin
descuidar ninguna de sus modalidades”[23].
Vale decir que, donde Gramsci había de traducir para la revolución de Occidente
los esquemas soviéticos, Mariátegui, él, tenía que adecuar los aportes
occidentales a la dependencia latinoamericana.
Lo cual exigía una “creación heroica”: “No queremos, ciertamente, que el
socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que
dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al
socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación”[24].
Esta realidad propia, descifrada por Mariátegui
en sus famosos Siete Ensayos, está
marcada por una dependencia secular y alienante: lejos de acabar con los
rezagos semi-feudales y
pre-capitalistas, el capital imperialista se sirve de la clase terrateniente
(el gamonal) para explotar a su provecho las grandes masas indias y campesinas.
Lo que ha faltado siempre y sigue faltando hasta ahora en el Perú es “una
burguesía progresista con sentido nacional”[25],
capaz de acabar al mismo tiempo con el atraso feudal y la dependencia
imperialista.
¿Será posible entonces confiar a la pequeña burguesía la tarea de encabezar
la revolución liberadora? Instruido por la experiencia histórica (el fascismo
europeo, la revolución mexicana), Mariátegui denuncia en eso los sueños y las
ilusiones de una clase frustrada y ambiciosa, vacilante y confusionista, dispuesta
a pactar con lo que le sirva. De allí su conclusión tajante: “ni la burguesía
ni la pequeña burguesía pueden hacer una política anti-imperialista”[26].
Y en eso va a radicar su discrepancia y su ruptura
con Haya de la Torre y el APRA, pues “este es un instante de nuestra
historia en que no es posible ser efectivamente nacionalista y revolucionario
sin ser socialista”[27].
De hecho, si no se puede contar con el
capitalismo (imperialista y distorsionado) ni con la burguesía (débil y
sometida a intereses ajenos) para cumplir la revolución democrática-nacional
que liquide el feudalismo y rompa con el imperialismo, esta tarea debe ser
encomendada al proletariado socialista;
“solo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las
tareas de la revolución democrático-burguesa que el régimen burgués es
incompetente para desarrollar y cumplir”[28].
Para forjar y formar esta voluntad nacional-popular, se puede notar cierta tensión en Mariátegui entre su valoración “clásica” y “europea” del proletariado industrial y su descubrimiento “indigenista” y “peruano” del campesinado indio. Pero la solución hacia la que se encamina es sin embargo clara y bastante parecida a la de Gramsci: se trata de construir un bloque a la vez anti-feudal, anti-capitalista y anti-imperialista, que reúna a las grandes masas de la sierra con un proletariado urbano hegemónico. O sea que la nueva nación peruana por crear ha de hacer fusionar el campo y la ciudad, la tradición rural y la novedad industrial: “su cimiento histórico tiene que ser indígena, su eje descansara quizá en la piedra andina mejor que en la arcilla costeña. Pero a este trabajo de creación, la Lima renovadora, la Lima inquieta, no es ni quiere ser extraña”[29]. Este proceso de confluencia y de convergencia “del movimiento obrero “moderno” con las masas campesinas indígenas”[30] exige un trabajo largo, tanto cultural como político.
D) Política y Cultura
Como Gramsci, Mariátegui rehúsa reducir la
superestructura política e ideológica al mero reflejo pasivo de la estructura
económica; pues ella es también, a su manera, el lugar de una lucha de clases
por forjar una voluntad colectiva, nacional y popular, y construir una hegemonía cultural que cimiente y dé estabilidad a la
realidad socioeconómica. Y, dentro de esta lucha, el enfrentamiento violento de
la política, que apunta a criticar y destruir, requiere igualmente del combate
dialógico de la cultura, que pasa por una apropiación y una superación
creadora.
Más tal vez que Gramsci, Mariátegui ha sido
sensible a los peligros que amenazan
la “inteligencia” cuando ella se encierra en sí misma: teoricismo,
escepticismo, nihilismo por fin, he aquí los “frutos” de tal actitud que se
complace estéticamente en su narcisismo estéril. Pero estas resistencias
propias de la casta intelectual pueden y deben también ser vencidas si se
quiere poner al servicio de la acción revolucionaria luchando por el pueblo de
los oprimidos todos los recursos
humanos: deben ir a la par “un esfuerzo de la inteligencia por entregarse a la
revolución y un esfuerzo de la revolución por apoderarse de la inteligencia. La
idea revolucionaria tiene que desalojar a la idea conservadora no solo de las
instituciones sino también de la mentalidad y del espíritu de la humanidad. Al
mismo tiempo que la conquista del poder, la revolución acomete la conquista del
pensamiento”[31].
Esta “revolución cultural” no ha de esperar la
revolución económica y política para empezar a producirse. Más aún, en cierto
modo, constituye como la “condición previa de un nuevo orden”; pues, para
realizar éste “a través de la lucha de clases”, hace falta una “capacitación
intelectual y espiritual del proletariado”[32].
De lo que se trata es de contribuir a formar una conciencia socio-histórica
critica y práctica, proporcionando a las masas populares la “interpretación y
coordinación de un sentimiento colectivo y de un ideal histórico”[33].
Y este acceso a una lucidez autónoma y
activa requiere de una “apropiación de los avances de la cultura universal por
parte del marxismo para ponerlos al servicio de la clase proletaria”[34].
Esta tarea de formación o de educación cultural
responde, para Mariátegui como para Gramsci, a motivos muy concretos nada
extraños a la eficiencia de la acción política. Pues, lo que ambos constatan es
la impregnación de los trabajadores
por la ideología dominante. Igual como Gramsci notaba en los obreros del Norte
la tendencia a despreciar a los campesinos del Sur, Mariátegui señala también
que “no es raro encontrar en los propios elementos de la ciudad que se
proclaman revolucionarios el prejuicio de la inferioridad del indio y la
resistencia a reconocer este prejuicio como una simple herencia o contagio
mental del ambiente”[35].
Solamente una revolución cultural permitirá al obrero costeño y al campesino
serrano descubrirse como “hermanos de clase”[36],
solidarios precisamente por sufrir en forma distinta la explotación y la
opresión de las clases dominantes. En tal descubrimiento radica la posibilidad
de una conciencia que pasa no solo del individualismo al gremialismo sino que
se ensancha y se educa “hasta que se convierta en espíritu de clase” que vive
en solidaridad “con todas las reivindicaciones fundamentales”[37]
de las clases subalternas y potencialmente revolucionarias: y ¿no representa
tal conciencia la condición (subjetiva)
del acceso a la dimensión propiamente política de la revolución social? No se
puede pensar, en efecto, en la constitución de un nuevo “bloque histórico” sin
este cimiento ideológico-cultural.
La dimensión de una cultura liberadora no es
solamente la condición previa de la revolución económico-política; en realidad,
ha de ser coextensiva al despliegue
integral de ésta. En tanto es como el lazo invisible que vincula concretamente
la clase obrera, las masas oprimidas y los intelectuales progresistas mediante
una conciencia nacional-popular, la cultura ha de acompañar todos los pasos de la lucha y de los
avances políticos del pueblo, impidiendo por su misma esencia crítica que las
organizaciones revolucionarias se estanquen o retrocedan a formas burocráticas
y alienantes. Precisamente porque no se reduce a la reivindicación económica ni
siquiera a la eficiencia política, precisamente porque ha de ser para los
pobres “no solo la conquista del pan, sino también la conquista de la belleza,
del arte, del pensamiento y de todas las conquistas del espíritu”[38],
la revolución no puede prescindir nunca de
la cultura que señala su meta e impide que el anhelado “reino de la libertad”
se convierta a su vez en nuevas formas de manipulación reductora y totalitaria.
[1] Entre otras referencias, ver
sobre todo La Escena Contemporánea (Ed.
Amauta), p. 141. Se sabe que Gramsci se dedica a su obra maestra (los Cuadernos de la Prisión) entre 1928
y 1935, mientras que Mariátegui muere a fines de 1930.
[2] Hugo García Salvatecci, G. Sorel y J.C. Mariátegui, p. 37.
[3] No tenemos todavía, que yo
sepa, una obra realmente extensa y fundamentada sobre esta relación entre
Gramsci y Mariátegui. Se pueden señalar, sin embargo, la utilidad de los
estudios siguientes:
R.
Paris, “J.C. Mariátegui: une bibliographie, quelques problemes” “Annales XXI, No. 1, Enero-Febrero 1966,
París.
A.
Melis, “Mariátegui primo marxista del “América” en Crítica Marxista, Roma, Marzo-Abril 1967 (Trad. Castellana sea en El marxismo latinoamericano de Mariátegui,
ed. Crisis, Bs. Aires, sea en Mariátegui
y los orígenes del marxismo latinoamericano, Cuadernos de Pasado y
Presente, Siglo XXI, México).
C.
Lévano, “Gramsci y Mariátegui”: en Regionalismo
y Centralismo, Lima, 1969.
E.
Núñez, La experiencia europea de Mariátegui,
pp. 26-29.
A.
Ibañez, “Gramsci y Mariátegui: la recreación del marxismo revolucionario”, Tarea (Boletín de Educación Popular) No.
24-25, pp. 35-46
J.
Aricó, Introducción a Mariátegui y los
orígenes del marxismo latinoamericano, Cuadernos de Pasado y Presente,
Siglo XXI México.
Entrevista en El Caballo Rojo, suplemento dominical del Diario de Marka, 31-8-80.
R.
Roncagliolo “Gramsci marxista y nacional”, en: Quéhacer, Desco, Marzo 1980, pp. 118-128.
S.
López “Mariátegui y la teoría de la hegemonía cultural” Marka 153 pp. 18-19-24
[5] J.C. Mariátegui, Temas de Nuestra América, ed. Amauta, p.
79, (a propósito de la filosofía en Vasconcelos); este tema de la filosofía
como creación y no solo comprensión de la vida remite tanto a Marx como a
Nietzsche en sus polémicas con el teoricismo hegeliano.
[6] J.C. Mariátegui, Defensa del Marxismo, Ed. Amauta, p.
130.
[7] Sinesio López, “Mariátegui y la
teoría de la hegemonía cultural”, Marka, 153.
P. 18.
[8] J. Aricó, Introducción a Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano,
p. XV; ver también el artículo de A. Melis, por ejemplo en El marxismo latinoamericano de Mariátegui, ed. Crisis, Bs. Aires,
p. 77, que remite al Alma Matinal, p.
129.
[9] J.C. Mariátegui, Defensa del Marxismo, Ed. Amauta, p. 67.
[13] A. Melis, en El marxismo latinoamericano de Mariátegui,
Crisis, p. 78, que remite a Notas sobre
Maquiavelo (ed. Italiana, pp. 311-361, sobre todo 326-342) y Defensa del Marxismo (Amauta, p.
125-139)
[14] Mariátegui, Defensa del Marxismo, p. 21, que alude a
Croce y sobre todo a Bergson. Gobetti, por un lado, Sorel por el otro señalan
claramente que un gran pensador “burgués” puede tener también “discípulos de
izquierda como los tuvo Hegel” (Historia
de la Crisis Mundial, p. 199).
[19] J. Aricó, introducción a Mariátegui y los orígenes del marxismo
latinoamericano, p. XIII.
[20] Mariátegui, Defensa del Marxismo, pp. 87-88; cf. Temas de Nuestra América, p. 15: “Puede
ser que el hecho económico no sea anterior ni superior al hecho político. Pero,
al menos, ambos son consustanciales y solidarios”.
[21]Ordine Nuovo (1919-20), Einaudi p. 227;
ver al respecto el artículo ya citado de R. Roncagliolo sobre “Gramsci marxista
y nacional”.
[27] Ver al respecto el estudio de
C. Germaná La polémica Haya de la
Torre-Mariátegui: Reforma o revolución en el Perú, Cuadernos de Sociedad y
Política. No. 2.