Huancayo: Bicentenario y disputa por el poder
Huancayo: Bicentenario y disputa por el poder en el Juego de Tronos

Luis Rodríguez
Los señores no negocian con campesinos
Ken Follet, Un mundo sin fin
El campesinado era imprescindible mientras esto fue una guerra nacional. No podías hacer una guerra con Chile sin el apoyo del campesino. Pero para llegar al poder necesitas el apoyo de los terratenientes. Y ¿Cuáles son las reivindicaciones básicas de los terratenientes? Primero, el desarme de los indígenas y en segundo lugar la recuperación de las haciendas.
Nelson Manrique
Lenin recordaba con
frecuencia a Robespierre, extrayendo de la experiencia jacobina la lección que
la revolución se excede siempre, por definición, a sí misma. “El tercer
estado (plebeyos) no quería una sociedad burguesa, que progresivamente
adquiría tintes aristocráticos” (Hobsbawm). Los jacobinos empujaron la
revolución francesa más allá de si misma, más allá de donde estaban dispuestos
a llevarla (tolerarla) los ideales burgueses. Con la Republica Jacobina
se conservó el país y triunfó la Revolución amenazados ambos por la
aristocracia extranjera y numerosas sublevaciones internas.
Curiosamente, ese es el núcleo del argumento de la serie Juego de
Tronos. Muerto el Rey se inicia un periodo de caos y crisis política
muy honda (expresados en guerras e inestabilidad profunda). En suma, se abre un
proceso destituyente. La salida a la crisis no tiene que ver únicamente con la
sucesión sino fundamentalmente con la construcción de (un nuevo) orden
social y político a manos de quienes (enanos, bastardos, mujeres, caídos en
desgracia, inválidos, plebeyos) en el viejo orden nada tenían que hacer más que
obedecer y ver, desde su privado sufrimiento, la práctica política
destinada únicamente para los nobles. En suma, la serie narra el desarrollo de
un proceso constituyente, como salida a la crisis, que tiene a la base (como su
única posibilidad) una irrupción plebeya que Daenerys, luego de liberar a
esclavos y gobernar sin la nobleza, resume “Lannister, Targaryen, Baratheon,
Stark, Tyrell, solo son rayos de una rueda, ahora está uno arriba y luego el
otro y sigue girando aplastando a todos a su paso… no voy a detener la rueda,
voy a romper la rueda”.
El evento “Voces del Cambio” a realizarse en Huncayo el 26 de Enero
se desarrolla no solo en medio de un proceso destituyente (crisis de régimen o
del sistema político neoliberal) sino, y esto debe quedar claro, ante la
posibilidad real de abrir un proceso constituyente que NO TIENE que ver en
primera instancia con cambiar el texto de la Constitución del 93 (en términos
de las ciencias políticas “constitución formal”) sino que tiene que ver en el
fondo con construir una mayoría social y política (es decir cambiar la
correlación de fuerzas, en términos de las ciencias políticas “constitución
material”) a partir de articular un proyecto de país (un nuevo sentido común de
época) que jubile de una vez por todas la idea-fuerza del “Perú país de
emprendedores” (donde cada uno baila con su pañuelo teniendo como
enemigo al Estado) que inaugurara De Soto a inicios de los 80, volviendo
hegemónica a las oligarquías nacionales.
A diferencia de quienes ven en el evento “Voces del Cambio” únicamente un
espacio de construcción de unidad de las Izquierdas (mirada que siempre tendrá
a su base una apuesta cerrada e identitaria lo que no deja de ser curioso en un
contexto de crisis de la izquierda y en el que la mayoría de las organizaciones
que se reunirán están en medio de procesos de formación), la apuesta debería
más bien estar orientada a sentar las bases de una articulación mayor: la
articulación de una voluntad colectiva nacional y popular.
No se puede aspirar a construir poder y ser gobierno sin plantearse la
construcción de un pueblo vinculado íntimamente a la idea de una patria nueva
que han de construir los de abajo, esos, la mayoría, que no participarán en el
evento Voces del Cambio. No se trata de convencernos a nosotros
mismos, a los ya convencidos. Ni se trata de disputar el estrecho campo de la
izquierda. Por el contrario, se trata de expandir el espacio abierto del
cambio, de expandir lo posible. La política no es el arte de lo posible (este
es el sentido conservador de la política). La política, en sentido
revolucionario, trata más bien acerca de cómo expandir lo posible.
Plantearse un proceso constituyente en el Perú del siglo XXI supone identificar
quienes son aquellos y como, en los últimos 40 años, se hicieron del poder y
las instituciones para beneficio propio. Las elites económicas y políticas son
las que han mandado en las ultimas 4 décadas. Y no deben seguir haciéndolo más
si queremos que las cosas cambien. Corresponde por tanto cambiar la estructura
del poder que se construyó desde Morales Bermúdez y que hoy se tambalea.
Nadie en la derecha pide a las organizaciones políticas de derecha que se unan.
¿Por qué?. Pues porque no lo necesitan. Son, aun, hegemónicas. Por eso, y por
una fuerte carga de oportunismo, Sheput puede pasar de PP a PPK o Alcorta de UN
a FP. Los partidos de derecha han demostrado que en gran medida son lo
mismo. No obstante, y esto da cuenta del espacio abierto para el cambio, la
hegemonía neoliberal que construyeron desde los 70, está en crisis. Cabe por
tanto plantearse la construcción de una nueva hegemonía democrática y popular.
El reto de las organizaciones que se reunirán en Huancayo, tiene que ver con
expandir y empujar lo posible más allá de sí mismo. Esto supone plantearse el
2021 desde un enfoque constituyente que demanda una enorme generosidad para no
utilizar de excusa acciones o comentarios, algunos ciertamente inaceptables,
para patear el tablero. Este reto tiene además una responsabilidad generacional
“de impulsar un nuevo momento de articulación social y política, que incluyan a
ciudadanos y ciudadanas que no militan pero que se suman a esta voluntad de
cambio, al igual que a los sectores políticos sociales y organizados” como bien
ha señalado Anahí Durand en reciente artículo (Una mayoría popular para cambiar
al país: Más allá o más acá de las izquierdas).
La generación del 68 dejó una tarea inconclusa, fundar un nuevo país.
Corresponde empujar hasta su concreción en la realidad ese viejo sueño que no
una sino varias veces se volvió trunco: un país de todos y de todas. Huancayo
conoce de tareas revolucionarias y también de frustraciones que no deben volver
a ocurrir. Durate la guerra con Chile las comunidades campesinas e indígenas
del valle del Mantaro formaron guerrillas que al mando de Avelino Cáceres,
combatieron al ejército chileno demostrando generosidad y amor a la patria
inquebrantables.
Sin embargo, una vez terminada la Guerra la movilización de los guerrilleros
campesinos e indígenas como ha señalado Nelson Manrique desbordó “los límites
que la sociedad terrateniente imponía a la acción autónoma de los indígenas
(que expresaba) un potencial revolucionario aún confuso y larvario, pero no
menos amenazador… para los intereses de la elite regional». Cáceres,
buscando el apoyo de los oligarcas de la costa y hacendados y terratenientes de
la sierra les dio la espalda y reprimió brutalmente en vistas a hacerse del poder.
Esto no puede volver a ocurrir. Es hora de superar una lógica liberal de la
política, en la que muchas veces cae la izquierda, de buscar la mera
representación para pasar a convertirse en bisagra que impulse una
(re)politización de la sociedad peruana y una irrupción plebeya en el Estado en
vistas a refundar la Republica, la del Bicentenario.